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El cuerpo de Nicolás temblaba, aún no podía creerlo, Franco Rojas había quedado atrapado.

Miraba la pantalla de la computadora, perdido en un punto, mientras sus cabellos rubios comenzaban a ser removidos por él mismo, en un acto de cierta desesperación ¿Cómo se supone que deberá actuar? Ya todo dependía de él prácticamente. Franco le había pedido que destruyera la otra mitad del código, todo instruido en su cuaderno, pero... pedirlo era fácil, hacerlo, difícil.

—Toma.

Miriam estaba ofreciéndole a Eirian una taza de té, quien seguía sentado en su camilla, pero el chico negaba constantemente con la cabeza.

—Te hará bien.

Eirian miró la taza fijamente, pero después se giró con brusquedad hacia otro lado. No tenía ganas de nada.

Nicolás suspiró hondo, captando la atención del sobrino de Franco.

«Él se encargará de todo». Eirian recordó las palabras de Franco. Miró de arriba a abajo a Ford. El hombre tenía consigo una bata blanca, su cabello, que naturalmente era ondulado, ya estaba considerablemente despeinado, las ojeras se apoderaban de su rostro, dándole un aire algo... aterrador «¿Nicolás?». Pensó.

«Solo faltaba que Nicolás se enamorara de ella y ahora si éramos el harem completo».

El comentario de Néstor resurgió en su cabeza...

«¿Qué ganaba contándole el dilema amoroso entre ellos?». Trataba de procesar, pero al final, concluyó que no era más que una clase de despecho por parte de Néstor.

—Ven...

Miriam se propuso a ayudarlo a levantarse de la camilla, aunque tardó un poco, pues Eirian no parecía muy dispuesto a levantarse.

Los dedos de sus pies apenas sentían, era como si su cuerpo hubiera estado sometido a una gran cantidad de anestesia. Al momento que Eirian comenzó a sentir el frio del suelo, fue cuando se percató de una camilla no muy lejos de él, su primer pensamiento: «¿Franco?».

Miriam, al percatarse de que Eirian se había dado cuenta, miró temerosa a Nicolás, y no era para menos, pues apenas el chico se percató del cuerpo de Franco y este se deshizo del agarre de la mujer y salió corriendo en dirección a aquella camilla, tropezando varias veces en el camino.

—¡Tío!

La mujer trató de sujetarlo, pero no se permitía a agarrarlo con fuerza, cosa que le facilitaba a Eirian el forcejeo:

—¡Suéltame! ¡Quiero verle! ¡Tío! ¡Franco! ¡Suéltame! ¡Tío!

Nicolás, abrumado, se levantó con firmeza de la silla, tomó una jeringa que había preparado con antelación.

De un momento a otro, poco a poco, comenzó a sentir su cuerpo mucho más pesado.

—Necesitas calmarte primero.

Eirian logró escuchar por parte del hombre de cabellos dorados, mientras comenzaba a perder visión, sus piernas dejaron de funcionar y cayó al suelo.

—¡Niño! —La voz de Miriam resonó en un eco.

Pero Eirian ya había caído nuevamente en la oscuridad.

«Tío...»

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OAXO "¿TE ATREVES A JUGARLO?" [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora