Capítulo 16 : " Mentiras "

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- ¡Horrible, horrible! - dije soltando mis cosas en el asiento trasero del coche de Frank.

- ¿Otra vez? - inquirió Frank mirando por el espejo retrovisor.

- Sí, otra vez - susurré pasando mi mano por mi frente.

- ¿Qué hizo ahora? - miré a Frank y me mordí el labio. - Michelle...

- Me ha dejado caer al suelo y en un giro me ha hecho polvo el hombro.

Frank empezó a maldecir mientras avanzaba entre los coches.
"Si Michael le escuchase decir esas cosas..."

Michael...
Ahora le debía más que nunca. Como ya no tenía trabajo, me ayudó a pagar mi casa. Aunque pasaba más tiempo en Neverland que en mi propia propiedad.

" - ...Aunque sigo pensando... Que sería mucho más fácil si te quedaras aquí - dijo sonriendo mientras firmaba un cheque.

- Michael... En serio... - me miró a los ojos y me tendió el cheque.

- Cógelo.

- Te lo devolveré - sonrió.

- No te pido que me lo devuelvas, solo que lo aceptes - dijo Michael moviendo el papel.

- Está bien - dije al final cogiéndolo.

- Pero si vivieras aquí conmigo, no tendrías que pasar por estos... ¿Cómo lo llamaste? ¡Ah, sí! "malos tragos conmigo" - le di un golpe amistoso en el hombro y me levanté del asiento. - Lo digo en serio. ¿Tanto de haces rogar?

- ¿Y cuánto te haces de rogar tú? - alzó una ceja y cruzó sus brazos sin saber qué decir.

- ¿A qué te refieres? - inquirió.

- Al beso, besarte tiene que ser especial, lo sé pero...

- Lo bueno se hace esperar, pequeña - dijo guiñándome un ojo.

- Y yo tengo toda la paciencia del mundo - dije sonriéndole - Gracias de verdad, te lo devolveré."

Ni siquiera fui yo la que le pidió el dinero, él se ofreció a prestarme dinero para pagar la casa en la que prácticamente no vivía.
Solo pasaron dos días desde que hablamos Michael y yo de... Nuestra extraña amistad que estaba pasando a convertirse en un sentimiento mayor.
Las cosas con él iban bien, no había ningún tipo de problema. Con mi madre igual, solo que la veía menos ya que estaba trabajando en el vestuario del próximo tour de Michael. De John... Solo sabía que cada día era más rico y que ansiaba más que nunca casarse con mi madre. Y Eric... Eric, me hacía la vida imposible en los ensayos y solo quedaban días para que llegase el sábado y tuviésemos que actuar delante de más de trescientas personas. Se dedicaba a gritarme, mandarme y prácticamente chafar la coreografía fingiendo que me equivocaba de paso o cualquier otra excusa.
Para ser sincera, los únicos momentos del día en los que estaba bien, era cuando llegaba a Neverland y estaba con Michael.
Aunque le mentía.
Y no debía.
Michael no tenía ni idea de que Eric estaba volviendo a comportarse conmigo como antes pero si Michael se enterase, las cosas se complicarían y por nada del mundo quería eso.

Nada más entrar en la casa de Neverland ya olía a las estupendas cenas que preparaba Rose. Frank se despidió desde la puerta y me pidió que le dijera a Michael que volvería mañana.

- ¡Cielo! - dijo Rose mirándome solo un par de segundos porque no podía apartar demasiado tiempo la mirada de lo que estaba preparando en la cocina. - Michael está en su cuarto, si quieres verle, yo os aviso cuando esto esté listo.

- Gracias, Rose - dije antes de acercarme a ella para darle un beso en la mejilla.

Subí las escaleras y dejé mi mochila en mi cuarto y fui al de Michael. Aunque ya había pasado muchas veces a su cuarto, seguía dándome mucho respeto. Pregunté si podía pasar pero nadie me respondió.
Era raro.
Volví a llamar y no contestó.
Me mordí el labio pensando si sería inapropiado entrar sin permiso. Pero me preocupé porque Rose me dijo que estaba allí.
Abrí un poco la puerta y recorrí toda la habitación con mis ojos.
Estaba vacía.
Entré y pude escuchar el sonido del agua. Seguro que se estaba duchando. Mientras pensaba en si esperarle dentro o fuera de su cuarto, el sonido del agua terminó. Me giré para salir, y al mismo tiempo la puerta de su baño se abrió.

- Michelle - susurró. Giré sobre mis propios talones y le vi con una toalla blanca atada a su cintura. Nunca había visto a Michael así sin camiseta ni nada. Bueno, solo en la piscina pero éramos unos niños.

Bajé la mirada ruborizándome y agarré el manillar de la puerta.

- Mm... Iba a esperarte fuera, lo siento. - Susurré levantando un poco la cabeza.

- No te preocupes - dijo Michael sonriendo un poco mientras sus mejillas se llenaban de rubor como las mías. - Ven aquí, dame un abrazo.

Lo hice. Me acerqué a él y sonreí mientras le abrazaba. Su olor, su abrazo, su calor me dejaron sin habla. Pasé mi nariz por su cuello al mismo tiempo que algunas gotas caían desde sus rizos hacia mi rostro.

- ¿Qué tal las clases de baile? - inquirió pasando su mano por mi mejilla.

- Bien, bien - dije intentando no mirarle a la cara porque no podía mentirle.

- ¿De verdad?

- Sí - dije fingiendo una sonrisa. - De hecho quería pedirte un favor sobre eso.

- Lo que quieras, Michelle - susurró.

- Pues, quería pedirte si me dejarías estos días ensayar la coreografía en tu sala de baile.

- Mm... ¿Cómo podré ayudarte con ese favor tan complicado? - dijo a punto de reir - te he dicho un millón de veces, que Neverland también es tuya. No tienes que pedirme permiso. - Dijo mirándome a los ojos.

- Creía que... - negó con la cabeza - bueno, gracias - sonrió.

- De nada, Michelle.

Me alejé de él para salir y dejar que se pusiera la ropa con tranquilidad. Pero antes de salir, volvió a llamarme:

- Michelle - volví a mirarle - ¿De verdad está todo bien? - le sonreí mirando sus ojos marrones llenos de preocupación y asentí.

- Está todo muy bien, Michael - dije haciéndole sonreir a él también.

"Un solo reflejo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora