Capítulo 1: "Volver a verle"

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Abrí los ojos de inmediato, mi primera reacción fue girar la cara y mirar el despertador que, por enésima vez, no sonó.

- ¡Mierda! - exclamé saliendo de la cama casi saltando.

Corrí hacia la ducha, en la que estuve como unos diez minutos y volví a salir envuelta en la primera toalla que cogí sin apenas mirar. Caminé hacia el armario y elegí unos vaqueros que casi siempre me ponía y una vieja camiseta de manga corta negra. Luego cogí la ropa interior, y regresé al baño.

Minutos después de vestirme, comencé a secarme el pelo. La verdad es que solía ser muy patosa con estas cosas, mi pelo cada vez estaba de una forma y por eso lo más rápido para mí era hacerme una coleta dejando mi flequillo como siempre. Cuando me cansé, solté el secador y el peine, me hice una coleta aunque algunos mechones seguían dando guerra, los escondí detrás de mi oreja y cogí el cepillo de dientes. Entonces, llamaron a la puerta.

- ¡No puede ser! - exclamé aún con el cepillo de dientes en mi boca. Me miré en el espejo y volvieron a llamar.

<<Estás ridícula>>, pensé al mirarme. << Pero no hay más que verte los ojos... Estás nerviosa y eufórica>>

Siempre me dijeron que mi mirada me delataba, podría mentir... Alguna vez, quizás era mejor ocultar información pero al fin y al cabo, no me servía de mucho si mis ojos hacían sospechar a los que me rodeaban.

Bajé corriendo y al abrir pude ver a mi madre cargada con su carpeta negra. Mejor dicho, la carpeta.

Era muy raro ver a mi madre y no ver la carpeta cerca.

Ahí llevaba todos los diseños e ideas para la ropa de su taller.

Siempre andaba ocupaba. Y yo igual. Nos podíamos ver pocas veces.

Me miró con sus ojos oscuros y soltó una carcajada al verme con el cepillo de dientes aún en la boca.

- Pero hija... - sonreí un poco y la hice un gesto para que pasara pero negó con la cabeza - Tenemos prisa. Vamos, sube y termina con eso - asentí y la hice caso.

No tardé nada, solo cogí mi chaqueta y bajé después de ponerme mis converse negras.

- Ya estoy - dije abriendo la puerta - lo siento por haberte hecho esperar.

- No te preocupes, hija - susurró caminando hacia el coche. Yo la seguí y entré antes que ella - ¿Qué tal fue el ensayo de ayer?

- Odio a Eric - mi madre alzó las cejas al escucharme mientras entraba al coche. - No para de decirme cosas sobre como debo pensar en moverme al hacer la coreografía y... - me interrumpió.

- No te sientes a gusto - la miré.

- No. No me deja espacio, no puedo bailar como yo quiero.

- Habla con Sarah. - dijo mirando al frente.

- Mamá, Sarah ya no puede hacer más cambios. Además, por altura... Encajamos Eric y yo. Pero bueno, da igual. Seguro que se soluciona.

- Estoy segura, Michelle.

Me miré las manos y me mordí el labio inferior antes de preguntar por él.

- Esto... ¿Entonces ya ha vuelto?

- ¿A quién crees que vamos a ver entonces? - inquirió riendo. - Claro que ha venido. ¿No sabías que llegó esta madrugada?

- A veces dice que viene un día y luego pasan dos o tres, ya sabes que tiene muchos compromisos - le dije sin dejar de mirar mis manos.

- Pues esta vez ha venido justo el día que dijo que vendría. Y vino muy contento, Michelle. Por la grabación del disco y todo eso. Está muy feliz.

Y yo sonreí como respuesta.

Tenía muchas ganas de verle. Ya habían pasado seis meses desde que le vi por última vez. Era cierto que la primera vez que tuvo que marcharse por ocho meses fue peor, porque fue más tiempo pero entendía que su trabajo era su prioridad y a parte, no era nadie para pedirle que se quedara.

Y jamás lo sería.

&quot;Un solo reflejo&quot;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora