- ¿Y qué tal todo? - le miré sin dar crédito mientras íbamos de camino a la academia.
- No va mal, todo está igual - dije mirando al suelo.
- ¿Y tú? - lanzó la manzana y al agarrarla me miró.
- Estoy bien. Todo está igual - dijo como yo.
- Me alegro - susurré antes de verle deborar la manzana roja que llevaba sin probar por todo el camino. - Me ha sorprendido.
- ¿El qué?
- Que vinieras a la tienda.
- Aah... Creo que debemos, espera - dijo poniéndose delante de mi. - Empezar de cero.
- ¿De cero? - pregunté mirándo sus ojos marrones.
- Oh vamos, podemos llevarnos bien. Nacimos el mismo año, ambos adoramos bailar, los dos nos hemos dicho cosas horribles, y aún así podemos...
- ¿Saludarnos? - me reí - Eric, tú y yo solo hablamos para decirnos "hola" y para decir las indicaciones de la coreografía. - asintió.
- Eso es lo que hay que cambiar. Y estoy seguro que si los dos lo intentamos podremos ser... Amigos. - levanté una ceja antes de verle tirar el resto de la manzana a una papelera cercana.
- ¿Amigos?
- Sí, ¿por qué no? Al menos podemos intentarlo.
Me regaló una sonrisa que acompañó con un movimiento de mano para retirar el pelo de su frente:
- Si me dices que sí, me hago cliente de tu tienda - solté una carcajada.
- Venga ya - dije riéndome - No hace falta que digas eso, claro que podemos intentar empezar de nuevo.
- Genial - dijo mirándome a los ojos.
Encendí la televisión después de sentarme en el sofá con la cena. Acababa de salir de la ducha y aún tenía el pelo empapado. No me quedaban fuerzas para luchar contra el. Me reí al pensarlo. Después de tres horas enteras bailando, no iba a pasarme una hora más con el secador en la mano.
Empecé a cenar, hoy me había prepadado lo primero que vi en la nevera. Me hice una ensalada rápida, y listo.
No necesitaba más.
Miré la tele un rato y suspiré, no había nada. La apagué. Y escuché sonar el teléfono de casa.
Corrí hacia el y me senté en el brazo del sofá:
- ¿Si?
- Hola, Michelle.
Era Michael.
- Hola - dije con un hilo de voz.
- ¿Estás ocupada?
- No, no. Estaba cenando.
- Eso es estar ocupada - al decir eso le imaginé sonriendo.
sonriendo.
- Para mi no lo es - contesté con una sonrisa.
- ¿Qué tal tu día? - Suspiré.
- Ocupado, he estado trabajando, luego fui a la academia... - me interrumpió.
- ¿Qué tal allí?
- Bien, bien. ¿Y tú qué has echo hoy?
- Preguntarme todo el día si sigue en pie lo de pasar el fin de semana juntos. - negué con la cabeza mientras me reía.
- ¿Y por qué le sigues dando vueltas si ya te dije que si?
- Pues porque ahora soy yo el que no hace nada y me paso el día pensando.
- Pensando - repetí.
- Eso es.
- ¿En quién?
- En ti.
Me mordí el labio inferior y respiré hondo esperando a que dijese algo.
- ¿Michelle?
- Perdona... - pude sentir como sonrió.
- ¿Entonces vendrás?
- Claro que iré, Michael - dije sonriendo sin dejar de pensar en lo que acababa de decir.
- Bueno, pues... Dejaré que sigas cenando.
- Vale, gracias.
- De nada.
- Luego nos vemos - dije sin despegarme del teléfono.
- Claro que sí. - escuché su respiración - Michelle.
- Michael.
Y colgamos a la vez.
Siempre solíamos despedirnos así por teléfono, desde aquel día en el que yo tomé prestado su número de teléfono del despacho de Joseph.
<< Al ver a Joseph salir de su despacho, entré sigilosamente comprobando que nadie me seguía.
Al entrar, fui directa a buscar su agenda. Me senté en aquel sillón enorme y alto, del que luego sería complicado bajarse. Me puse de pie en él y cogí la vieja agenda de Joseph. En cuanto encontré el nombre de su hijo apuntado en la hoja, con un rotulador rojo apunté el número en mi brazo.
Dispuesta a salir me topé con Joseph.
- ¿Qué haces aquí, pequeña? Y sola... - dijo mirando alrededor.
- Me equivoqué de puerta, Joseph. - contesté poniendo mis brazos a mi espalda.
- Mira - señaló las dos puertas del fondo - En la puerta de la derecha está el sitio en el que está tu mamá ahora mismo. Ve a buscarla - le di un beso en la mejilla y salí corriendo del despacho.
Al llegar al despacho de mamá, vi que estaba vacío, volví a ponerme de pie en la silla y marqué el número en su telefino.
Después de cuatro tonos...
- ¿Si?
- Michael.
- Michelle.
Y colgué.>>
Quizás si no hubiese sido por todas esas travesuras ahora mismo, Michael y yo no hubiésemos tenido esa relación tan estrecha.
Sonreí al recordarlo mientras volvía a sentarme en el sofá y terminaba mi cena.
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"Un solo reflejo"
Fanfiction"Aunque duela decirlo, me encanta sentir que le quiero más que a nada aunque él no lo sepa. Merecía la pena ocultarlo, y estaba dispuesta a seguir guardándolo bajo llave dentro de mí con tal de no tirar por la borda todos nuestros años de amistad. D...