Capítulo 4: "Recuerdos que regresan"

1.6K 191 31
                                    

- ¿Y qué tal todo? - le miré sin dar crédito mientras íbamos de camino a la academia.

- No va mal, todo está igual - dije mirando al suelo.

- ¿Y tú? - lanzó la manzana y al agarrarla me miró.

- Estoy bien. Todo está igual - dijo como yo.

- Me alegro - susurré antes de verle deborar la manzana roja que llevaba sin probar por todo el camino. - Me ha sorprendido.

- ¿El qué?

- Que vinieras a la tienda.

- Aah... Creo que debemos, espera - dijo poniéndose delante de mi. - Empezar de cero.

- ¿De cero? - pregunté mirándo sus ojos marrones.

- Oh vamos, podemos llevarnos bien. Nacimos el mismo año, ambos adoramos bailar, los dos nos hemos dicho cosas horribles, y aún así podemos...

- ¿Saludarnos? - me reí - Eric, tú y yo solo hablamos para decirnos "hola" y para decir las indicaciones de la coreografía. - asintió.

- Eso es lo que hay que cambiar. Y estoy seguro que si los dos lo intentamos podremos ser... Amigos. - levanté una ceja antes de verle tirar el resto de la manzana a una papelera cercana.

- ¿Amigos?

- Sí, ¿por qué no? Al menos podemos intentarlo.

Me regaló una sonrisa que acompañó con un movimiento de mano para retirar el pelo de su frente:

- Si me dices que sí, me hago cliente de tu tienda - solté una carcajada.

- Venga ya - dije riéndome - No hace falta que digas eso, claro que podemos intentar empezar de nuevo.

- Genial - dijo mirándome a los ojos.

Encendí la televisión después de sentarme en el sofá con la cena. Acababa de salir de la ducha y aún tenía el pelo empapado. No me quedaban fuerzas para luchar contra el. Me reí al pensarlo. Después de tres horas enteras bailando, no iba a pasarme una hora más con el secador en la mano.

Empecé a cenar, hoy me había prepadado lo primero que vi en la nevera. Me hice una ensalada rápida, y listo.

No necesitaba más.

Miré la tele un rato y suspiré, no había nada. La apagué. Y escuché sonar el teléfono de casa.

Corrí hacia el y me senté en el brazo del sofá:

- ¿Si?

- Hola, Michelle.

Era Michael.

- Hola - dije con un hilo de voz.

- ¿Estás ocupada?

- No, no. Estaba cenando.

- Eso es estar ocupada - al decir eso le imaginé sonriendo.

sonriendo.

- Para mi no lo es - contesté con una sonrisa.

- ¿Qué tal tu día? - Suspiré.

- Ocupado, he estado trabajando, luego fui a la academia... - me interrumpió.

- ¿Qué tal allí?

- Bien, bien. ¿Y tú qué has echo hoy?

- Preguntarme todo el día si sigue en pie lo de pasar el fin de semana juntos. - negué con la cabeza mientras me reía.

- ¿Y por qué le sigues dando vueltas si ya te dije que si?

- Pues porque ahora soy yo el que no hace nada y me paso el día pensando.

- Pensando - repetí.

- Eso es.

- ¿En quién?

- En ti.

Me mordí el labio inferior y respiré hondo esperando a que dijese algo.

- ¿Michelle?

- Perdona... - pude sentir como sonrió.

- ¿Entonces vendrás?

- Claro que iré, Michael - dije sonriendo sin dejar de pensar en lo que acababa de decir.

- Bueno, pues... Dejaré que sigas cenando.

- Vale, gracias.

- De nada.

- Luego nos vemos - dije sin despegarme del teléfono.

- Claro que sí. - escuché su respiración - Michelle.

- Michael.

Y colgamos a la vez.

Siempre solíamos despedirnos así por teléfono, desde aquel día en el que yo tomé prestado su número de teléfono del despacho de Joseph.

<< Al ver a Joseph salir de su despacho, entré sigilosamente comprobando que nadie me seguía.

Al entrar, fui directa a buscar su agenda. Me senté en aquel sillón enorme y alto, del que luego sería complicado bajarse. Me puse de pie en él y cogí la vieja agenda de Joseph. En cuanto encontré el nombre de su hijo apuntado en la hoja, con un rotulador rojo apunté el número en mi brazo.

Dispuesta a salir me topé con Joseph.

- ¿Qué haces aquí, pequeña? Y sola... - dijo mirando alrededor.

- Me equivoqué de puerta, Joseph. - contesté poniendo mis brazos a mi espalda.

- Mira - señaló las dos puertas del fondo - En la puerta de la derecha está el sitio en el que está tu mamá ahora mismo. Ve a buscarla - le di un beso en la mejilla y salí corriendo del despacho.

Al llegar al despacho de mamá, vi que estaba vacío, volví a ponerme de pie en la silla y marqué el número en su telefino.

Después de cuatro tonos...

- ¿Si?

- Michael.

- Michelle.

Y colgué.>>

Quizás si no hubiese sido por todas esas travesuras ahora mismo, Michael y yo no hubiésemos tenido esa relación tan estrecha.

Sonreí al recordarlo mientras volvía a sentarme en el sofá y terminaba mi cena.

&quot;Un solo reflejo&quot;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora