Capítulos 116

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Días después.

Ya era el 29 de mayo, la pequeña Constanza, o "Cotasha" como le decía cariñosamente su papá, ya tenía un mes y diecisiete días de nacida. El día de su mesario le hicieron una pequeña celebración íntima donde todos los más cercanos participaron. La atención de Victoria solo giraba en la bebé, su instinto protector estaba siempre alerta. La casa ya estaba casi lista, solo faltaban algunas cosas del mobiliario para que pudieran mudarse.

Kimberly había sido hallada culpable en Estados Unidos por el cargo de asesinato de su anterior enamorado, lo cual la condenó a 35 años de cárcel.

Habitación de Victoria.

A pesar de que la bebé dormía gran parte del día, había momentos que estaba despierta y balbuceaba con quien estuviera ahí. Le estiraba los brazos y las piernas, sonreía con su manito en su boca. Solo a sus papás y su hermana les sonreía ni bien los veía. La bebé dormía en su cunita al costado de Victoria, ya que aún no quería pasarla a su dormitorio.

Victoria la dejó en su cama para que Fernando la cambiara y ella bajó a ver a Clarita, no era de bajar muy temprano solo que esta vez lo hizo a pedido de Fernando así compartía un momento con ella. Él terminó de cambiarla y le empezó a conversar a su bebé.

—Al fin solos, mi bebé. Tu mamá no te suelta para nada, pero ya la convencí que bajara para que esté un momento con tu hermanita que también la extraña —le dijo Fernando, acariciando su mejilla.

Con un mes de nacida ya Constanza distinguía la voz de su papá; cómo no si le hablaba a cada momento, incluso desde que estaba en el vientre de Victoria. Movió los ojitos y la cabeza hasta que encontró la mirada de su papá, a quien le sonrió.

—Mi Cotashita, aunque a tu mamá no le gusta que te digan así, la tienes embobada de amor. Todo el día piensa y está pendiente de ti, es un sueño ver esto. Todos están chochos contigo y yo ni te imaginas cómo ando babeando por ti —le dijo Fernando, besándole la frente.

Su dedo se acercó a la manito de la bebé quien inmediatamente lo encerró en su puño con fuerza.

—Bajemos si no tu mamá ahora sube por ti —le propuso Fernando, tomando a la bebé en brazos.

Bajó las escaleras con cuidado y entró al comedor donde estaba Clarita desayunando con Margarita. Al verlos entrar, Clarita se levantó corriendo y se acercó a ellos.

Comedor pequeño.

07:00 a. m.

Victoria le dio los buenos días a Clarita, que estaba sentada en la mesa del comedor. Le dio una caricia en su cabecita y la abrazó.

—¡Qué bonita estás! —le dijo Victoria, admirando su vestido rosa con flores blancas.

Clarita se puso de pie en la silla y la abrazó.—Tú también, mamá. ¿Y mi papá? —preguntó, mirando hacia la escalera.

Victoria le sonrió —Ahora baja con tu hermanita, la está terminando de cambiar. Siéntate, mi amor... Mira, ahí viene papá —señaló a Fernando, quien venía con la bebé en su regazo.

Fernando entró al comedor y saludó a Clarita con una sonrisa.

—¿Ya estás lista, Clarita Victoria? —le preguntó Fernando, usando el nombre completo de su hija mayor.

Clarita hizo un puchero—Sí, pero hoy no quiero ir al kinder —confesó, bajando la cabeza.

Victoria y Fernando se miraron con preocupación. Sabían que Clarita era una niña alegre y sociable que disfrutaba de ir al kinder. Pero desde que había nacido la bebé, Clarita se había vuelto más retraída y celosa.

Más allá de lo soñadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora