Capítulo 40

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Mansión Lombardo. Sala, minutos después.

Fernando intentaba verla como una amiga, ignorando los sentimientos que lo atormentaban. Él sabía que Victoria era la única mujer que podía amar , pero temía volver al pasado, a sufrir lo mismo. Fernando quería salir con ella para resarcir la discusión que tuvieron donde le dijo todo y agradecerle por lo de Clarita.

Victoria se esmeraba por estar bien vestida, para atraer a Fernando y recuperarlo. Ella había notado que él se había alejado de ella. Quería demostrarle a Fernando que ella era la indicada para él, que lo conocía mejor que nadie y que podía ser una buena madre para Clarita, que nada sería como antes. Por eso, se puso un traje blanco que le quedaba perfecto y se arregló el cabello con delicadeza. Esperaba que él se fijara en ella y se diera cuenta de lo que sentía.

Cuando Victoria salió de su habitación, Fernando solo atino a sonreír. Ella estaba radiante y le sonrió con dulzura. Él sintió que su corazón latía con fuerza y se armó de valor para continuar con el pensamiento de formar una linda amistad con su pasado, tenía que cerrar ese ciclo sin rencor.

—Ya estoy lista —anunció Victoria, bajando el último escalón.

—Que les vaya bien, joven Fernando. Más tarde nos vemos para comer la torta que elegirán —dijo Felipa mirándolos con una mirada coqueta.

—Gracias, Felipa. Si deseas, nos acompañas y así nos ayudas a elegir la torta. Así aprovechas y compras tu regalo, en caso de que no lo tengas —ofreció Fernando, con una sonrisa.

Victoria le hizo un ademán a Felipa para que no aceptara y luego se tocó el cabello, nerviosa.

—No se preocupe, joven Fernando. Además, ya tengo mi regalo. Vayan ustedes nomás. Ya más tarde nos vemos —respondió Felipa, con una mirada cómplice.

—Nos vemos más tarde, Felipa —se despidió Victoria, mientras jalaba a Fernando.

—Victoria, ¿Felipa tendrá su regalo? Fácil no quiere incomodarnos, pero podemos llevarla —dijo Fernando, llegando a su carro

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—Victoria, ¿Felipa tendrá su regalo? Fácil no quiere incomodarnos, pero podemos llevarla —dijo Fernando, llegando a su carro.

—Sí, tiene su regalo que ella misma lo hizo. Más bien podemos pasar por algún lugar que vendan artesanías, así aprovecho y veo algo que podría agregarle a su regalo —respondió Victoria, subiendo al carro.

Fernando le abrió la puerta del coche con caballerosidad y la ayudó a acomodarse.

—¿Me ayudas con el cinturón? —le pidió Victoria, mirándolo con coquetería mientras sentía su mano ajustarle el cinturón.

Fernando se sonrojó y se quedó un momento contemplando su rostro. Victoria le devolvió la mirada y le sonrió con dulzura.

 Victoria le devolvió la mirada y le sonrió con dulzura

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Más allá de lo soñadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora