Capítulo 65

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Mansión Lombardo.

Alejandro acababa de hablar con Fernando, que lo había dejado medio sorprendido con su confesión. Necesitaba hablar con Victoria para decirle lo que pensaba y aclarar las cosas. Llegó a la casa y se encontró con Felipa, la empleada que los había criado desde niños.

—Felipa, ¿dónde está Victoria? Necesito hablar con ella —le preguntó Alejandro con urgencia, dejando su maletín en el sofá.

—Buen día, señor Alex. Hace ratito la dejé en su dormitorio. —le respondió Felipa.

—Gracias, Felipa —le agradeció Alejandro, subiendo las escaleras con rapidez.

Alejandro llegó a la habitación de su madre y tocó la puerta con suavidad. No hubo respuesta. Volvió a tocar, más fuerte.

—¡Madre! —llamó Alejandro, entrando a la habitación sin esperar—. ¡Madre! —repitió, mirando alrededor con preocupación. No la encontraba ni en el mueble ni en su cama. En eso escuchó un sonido de náuseas en el baño y se dirigió hacia allá. Vio a Victoria agachada junto al inodoro, con el rostro pálido y sudoroso.

—¡Alejandro! ¿Qué haces aquí? —preguntó Victoria con sorpresa, al ver a su hijo entrar.

—¿Qué está pasando? ¿Por qué estás así con náuseas? —se agachó a mirarla con angustia, sosteniéndole el cabello.

—Nada, algo me cayó mal al estómago —mintió Victoria, volviendo a sentir la sensación de vomitar y pegándose al inodoro.

—Madre, hace semanas que llevas diciéndome eso y no se te quita —le dijo Alejandro con incredulidad, sospechando que había algo más detrás de su malestar.

Alejandro recordaba la conversación que había tenido en su dormitorio con su esposa, que sospechaba un embarazo de su madre.

—Oye, amor, ¿no ves rara a tu mamá? —le había preguntado María José, con una expresión de curiosidad.

—¿Por qué dices eso? —le había respondido Alejandro, sin entender a qué se refería.

—Porque primero veo que ya casi no baja, para en su cama, una vez estábamos conversando y sintió como un mareo y me dijo que no era nada. Y sabes lo que me dejó aún más pensativa fue cuando estábamos en la terraza y de la nada empezó a tener náuseas, se fue al baño y Felipa fue detrás —le había contado María José, enumerando las señales que había notado.

—Supongo que será por la situación que ha pasado, más la comida. Sabes que a una edad es difícil a veces comer algunos alimentos. O tal vez sea una gastritis —había supuesto Alejandro, tratando de encontrar una explicación lógica.

—¿Gastritis? No, es que esto va más allá. Incluso me hace recordar cuando estaba embarazada. Son casi los mismos síntomas. ¿Te acuerdas que hace semanas me vino a hablar de la maternidad? —le había dicho María José, con una mirada de sospecha.

—No creo que sea lo que estás pensando —había negado Alejandro, sin darle crédito a su teoría.

—Yo creo que sí, que tu madre está embarazada —había afirmado María José, convencida de su intuición.

—Amor, mi madre ya pasó la edad en que una mujer podría quedar embarazada. Es muy diferente a un hombre —había argumentado Alejandro, recordando que Fernando era mucho más joven que su madre.

—Mi amor, hay muchos casos de mujeres que salen embarazadas a una edad avanzada. ¿Por qué no crees que sería este el caso? —había insistido María José, sin dejarse convencer.

—Porque ya hubiera sucedido hace dos o tres años, si ellos han estado juntos antes —había replicado Alejandro, refiriéndose a la relación de sus padres.

Más allá de lo soñadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora