Capítulo 104

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Turquía "Taskonaklar Hotel Cappadocia", días después.

Después de varios días en la sabana africana, llegaron a Capadocia, uno de los lugares que más ilusión les daba estar, ya que el viaje estaba casi por finalizar. Habían llegado el día anterior casi a media noche, directo a descansar. Al otro día, ya instalados en su habitación, Fernando acomodó sus cosas mientras Victoria miraba a través de la ventana.

—¿Qué piensas? —se acercó a abrazarla Fernando por detrás con cariño.

—En nada, extraño la vista de la sabana, ver a los animales, escucharlos, escuchar en las madrugadas los rugidos de leones que nos acompañaban mientras hacíamos el amor o mientras nos bañábamos en el jacuzzi —suspiró sonriendo—. Fue de ensueño.

—Nuestro viaje continúa, mi amor. Todo seguirá siendo de ensueño como lo ha sido hasta ahora, yo me encargaré de eso —besó su hombro acercándola más con su abrazo—. Este bebé crece cada día más ¿ya lo has sentido?

—No aún no, aunque anoche me pareció, pero creo que fue mi idea —se volteó a mirarlo—. Tu bebé te está teniendo como loco con tantos antojos ¿no? —preguntó Victoria enrollando sus brazos sobre su cuello mientras acariciaba sus cabellos masculinos.

—Disfruto complacerte a ti y a nuestro bebé —le pasó la yema de sus dedos por su mejilla—. No sabes lo feliz y mágico que fue esto, parecía un sueño.

—Un sueño que no quiero que termine nunca, quiero que esta luna de miel sea eterna —acercó sus labios a besarlo suavemente.

—Sabes que hoy hay una fiesta que se llama Noche turca de Capadocia, nos invitaron. ¿Quieres ir? —preguntó Fernando.

—Por supuesto, mi amor. Quiero disfrutar lo más que pueda a tu lado. Ahora quiero descansar un par de horas, es muy temprano aún, para estar más relajada más tarde.

(Narra Victoria)

Estaba un poco somnolienta después de levantarme temprano para llamar a Clarita. Eran las 5 de la mañana en Mérida y las 8 de la noche aquí en nuestro destino. Queríamos desearle buenas noches, ya que no lo habíamos hecho las noches anteriores, solo la llamábamos por las tardes. Me dormí de nuevo y me desperté a las 9 de la mañana. Miré a mi lado y no vi a Fernando, pero escuché el sonido de la ducha. Me levanté de la cama y me dirigí al baño para asegurarme. Efectivamente, era Fernando bañándose. Pude verlo a través de las puertas de cristal. Estaba de espaldas a mí, con los brazos presionados contra la pared y la cabeza gacha, mientras el agua caía sobre sus hombros. Era una imagen increíblemente sensual, y me provocó tocarlo de inmediato.

Me desnudé y dejé caer mi bata en el suelo mientras me acercaba a él. Abrí las puertas corredizas sin hacer ruido. Las gotas de agua comenzaron a salpicarme en cuanto entré completamente y cerré la puerta detrás de mí. Aumentaron cuando mi mano derecha tocó su espalda baja. Al principio, él no reaccionó, simplemente se quedó allí, mientras decidía añadir mi otra mano a mi recorrido por su espalda.

—No sé por qué no me esperaste —le susurré.

Fernando se incorporó y cerró el grifo. Sin decir nada, se dio la vuelta y me miró directamente a los ojos. Su miembro estaba erecto y firme, apuntando hacia mi vientre, el cual presionó cuando rodeó mi cadera con sus manos y tiró de mi cuerpo hacia el suyo. Escondió su cara en mi cuello y comenzó a besarme allí, mientras sus manos descendían por mis nalgas y entre ellas.

Fernando hizo un camino de besos desde mi clavícula hasta mis labios, donde los acepté gustosa y devoré su boca, tal como él hizo con la mía. Mientras nos besábamos, me pegó contra la pared y me hizo rodear su cadera con una de mis piernas mientras él llevaba su mano a acariciar uno de mis labios inferiores. Gocé débilmente, pero apenas se escuchaba, ya que su lengua invadía completamente mi boca. Me aferré a sus hombros, ya que sentía que su invasión podría hacerme perder el equilibrio en cualquier momento, aunque sabía que él no me dejaría caer.

Más allá de lo soñadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora