Capítulo 34

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Luego de recoger a Clarita, Fernando se quedó muy mal. No entendía por qué le había dicho todo a Victoria. Se le había mezclado la cólera de hace dos años y lo que había pasado con Clarita. Para sentirse mejor, fue a la casa hogar.

Casa hogar "El Sol de Yucatán", una hora después.

—Fernando, hiciste que el Dr. Hernán viniera y te dije que no tenía nada, ehhh, muchachito.

—Tenía que asegurarme, madre. Me preocupo por usted y quiero que esté bien. ¿Qué le dijo? Mire que se lo voy a preguntar —su voz suena preocupada.

—Es un poco de cansancio, necesito dejar tanto trabajo y dedicarme a descansar —responde la mujer mayor con voz cansada.

—Me parece muy acertado, Madre Piedad, que descanse .

—Mi vida es este lugar, desde joven tuve esa vocación de acobijar y dar amor a los niños que venían de historias tristes. Ya casi 65 años trabajando por ellos. Así que ya voy culminando ese servicio, más no mi vocación —confesó la Madre Piedad, con nostalgia.

—Es usted una mujer que ha hecho grandes cosas aquí en Mérida. Por eso es tan respetada y amada por todas las autoridades —se arrodilló a su nivel y le tomó las manos—. Yo cuánto quisiera que viviera conmigo y con Clarita.

—Gracias, hijito mío —le besó la frente y le acarició el rostro—. Cuéntame, ¿cómo te fue hoy? ¿Con quién se quedó Clarita?

Frnando inclinó el rostro por verguenza y se alejó. —Se quedó con María José. Perdóneme por mentirle, solo que no quería cargarla —se disculpó..

—Hijo, me di cuenta de eso, pero sabía que no la ibas a dejar con cualquier persona

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—Hijo, me di cuenta de eso, pero sabía que no la ibas a dejar con cualquier persona. Y qué bueno que se haya quedado con la esposa de Alejandro. Supongo que mañana también —comentó la Madre, con comprensión.

—No lo creo, Madre Piedad. Hoy pasó un incidente con la bebé y Raquel.

—¿Qué pasó?— mira los ojos molestos del hombre

La Madre intuía que se habían recontrado, prest con atención mirándolo al joven rubio escuchándo su voz molesta, él habló de lo que pasó, enfatizando lo que ambos se dijeron, siempre con furia en sus palabra.

— Entonces tenía tantas cosas guardadas que no pude dejar de decirles, veía sus ojos que se entrecerraban con sus labios que temblaban, pero no termina de hablar ya no soporaba tener todo eso guardado, era coo un peso salía de mí y me liberaba. — bufa llevando su mano a su cabeza.

— ¿Sabes que hiciste mal?

— Lo sé — tenía un brillo enojado— no pude contenerme, lo de Raquel me enfureció. ¿Cómo se atrevió hablarle así a mi hija. Ella solo quería pintar su pared, es una niña solamente que se podía corregir solo hablándole.

—Hijo, perder un hijo es difícil y tú ahora como padre lo debes entender mejor. Muchas veces canalizar la idea, situación y tiempo es difícil para algunos y se vuelcan su impotencia mediante llanto, cólera o hacia otras personas por castigarse así mismos. O como es el caso de Raquel, que al tener el miedo pegado a ella piensa que todo niño que esté a su alrededor le podría pasar algo y le echen la culpa. Hace mucho tiempo que no veo a Raquel. Cuando pasó lo de su pequeña iba a ir a darle el pésame, pero opté por quedarme aparte.

Más allá de lo soñadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora