Capítulo 76

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Mansión Lombardo.

Ambos se habían quedado completamente dormidos. Eran las diez de la mañana. Fernando se dirigió a la oficina para finalizar algunas tareas antes de dirigirse a la casa hogar, mientras Victoria estaba sentada en su sillón en su pequeño estudio en el dormitorio, buscando el libro que había escrito cuando Fernando estaba en Miami. Se preguntaba si se lo mostraría o no, si le gustaría o no. Se sentía nerviosa y emocionada al mismo tiempo.

De repente, Felipa entró con el teléfono en la mano.

—Buenos días, señora Victoria —la saludó.

Victoria levantó la vista

—Hola, Felipa.

Felipa le hizo un gesto despectivo con la mano.

—La señora María Teresa quiere hablar con usted —le dijo, dándole el teléfono.

Victoria frunció el ceño. No le apetecía nada hablar con esa mujer, pero tampoco podía negarse.

—A ver —dijo, cogiendo el teléfono y marcando.

—Bueno —contestó una voz al otro lado.

—Hola, querida... a los tiempos —dijo María Teresa con falsa cordialidad.

—Eso mismo digo, María Teresa. Qué sorpresa. Creo que desde hace un año que no sé de ti —dijo con ironía.

—Ay, querida, los nietos, los hijos, el esposo... no te dan tiempo para nada. Pero siempre voy al club a jugar al tenis. Incluso nos seguimos reuniendo con las chicas. La única que no se reúne eres tú. La última vez fue para el cumpleaños de Berenice, que fuiste con Hernán cuando te cortejaba, bandida... para al final enterarnos de que te casabas —dijo con sarcasmo.

Victoria recordó aquel día con amargura. Había ido con Hernán por compromiso, pero solo tenía ojos para Fernando. Sin embargo, él no estaba allí. Estaba lejos, con otra mujer.

—Ah, sí, lo recuerdo —dijo con sequedad—. Qué bueno que se sigan reuniendo. Este... cualquier momento nos vemos —añadió, esperando terminar la conversación.

—Yo creo que será más pronto de lo que crees —dijo con alegría —. Te cuento que mañana es cumpleaños de mi marido. Recuerda que es dos días antes que el tuyo —le recordó.

—Ya lo recuerdo... claro. Pablo es dos días antes —dijo sin entusiasmo.

María Teresa siguió hablando sin parar.

—¿Recuerdas que hace quince años fuimos a un crucero por las Bahamas justo para celebrar el cumpleaños de los dos? —preguntó con nostalgia.

—Lo recuerdo muy bien. Mis hijos estaban en la universidad —dijo con melancolía.

—Y ahora ya son padres. ¡¡¡Increíble, mujer!!! Y los míos ni se diga. Tienen una familia bellísima. Siempre cuidando la raza y el buen nombre. Te llamaba para invitarte. Pues ya le dije a Antonio. Me dijo que venía con su saliente, una tipita que no conozco. Pero si te incomoda le digo que no venga —le propuso María Teresa con malicia.

—No, no. Normal, invítalo. Antonio y yo somos buenos amigos —mintió Victoria con voz neutra.

—Pensé que volverían a casarse, pero luego cancelaste todo —insistió María Teresa con curiosidad.

—Sí pues... al final me di cuenta de que no iba a funcionar —explicó Victoria con sequedad.

—Tú sabrás, querida. Te invito mañana viernes a las 9 pm en mi casa que ya conoces. Será algo íntimo. Obvio que invité a todo nuestro círculo de amistades que es pequeño. Si vienes se van a alegrar de verte —le invitó María Teresa con falsa cordialidad.

Más allá de lo soñadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora