Capítulo 118

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Mansión Lombardo, horas después.

Fernando llegó a casa, se había demorado por tantos otros proyectos que tenían acumulados en la constructora. Estaba cansado y con ganas de ver a su familia. Llegó justo cuando Victoria estaba con las niñas en su dormitorio, leyéndoles un cuento. Sin ni una palabra al verlo, siguió con lo que hacía, como si no le importara su presencia. Fernando sintió un vacío en el pecho y se acercó a ellas. Besó a Clarita, que le sonrió con alegría. Luego fue y alzó a su bebé, que le miró con curiosidad. La besó y la tuvo en sus brazos por un momento, sintiendo su calorcito.

 Luego unió a Clarita para jugar un momento con las nenas, haciéndolas reír con sus ocurrencias

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Luego unió a Clarita para jugar un momento con las nenas, haciéndolas reír con sus ocurrencias. Las bañaron, acostaron y todo normal hasta que llegó la hora de pareja.

Habitación de Victoria.

—Victoria, tenemos que hablar —habló Fernando con voz seria, entrando al dormitorio donde su esposa estaba acostando a la bebé en su cuna.

—No voy a hablar de eso que quieres hablar con la bebé aquí —su voz fría, sin mirarlo.

—Entonces vamos a otro lado —se acercó a la cama.

—Ya conoces mi respuesta y no sé dónde prefieres dormir, si en el sofá o en la recámara de huéspedes —su voz fue cortante, desarmando la cama para coger una almohada y casi tirándosela a su esposo.

—¿Qué? —se sorprendió Fernando, esquivando la almohada.

—Lo que oíste —apagó las luces.

—Victoria... —dijo con voz suplicante, acercándose a ella.

—No pienso oírte, la bebé está acá —habló con voz firme, metiéndose bajo las cobijas.

—Y yo no pienso irme. ¿Cómo la ves? —lanzó la almohada a la cama y la abrazó por la espalda.

—Ni te me acerques — se apartó.

—Victoria, es un absurdo que te pongas así por un simple abrazo de amigos —dijo con voz razonable, tratando de calmarla.

—Amigos que fueron ex —habló con voz sarcástica, se levantó encendiendo las luces nuevamente—. Y deja de prender la luz, la bebé se va a despertar.

—Milett me estaba abrazando porque estaba felicitándome por la bebé, nada más — se levanó tambien y apagó las luces otra vez.

—Me imagino que estabas muy a gusto, tanto que estabas por poco sentado en el escritorio muy feliz riendo —habló con voz celosa, encendiendo las luces de nuevo—. Y deja de apagar la luz, no quiero estar a oscuras contigo.

—Victoria, no te pongas así. No hay motivos para que te enfades —habló con voz conciliadora, en el fondo le alegraba al notar sus celos.

—¡Ah! No los hay. Mira tú. Entonces tú estarías encantado de que yo abrazara a un ex o a un hombre ¿verdad? —lo miró fijamente a los ojos.

Más allá de lo soñadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora