Capítulo 1

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Salió del despacho del director dando un fuerte portazo y soltando mil maldiciones a su paso.

Era la cuarta vez que le llamaban la atención en la semana (ni hablar de las veces que lo llamaron en el mes) y para su mala suerte -o quizás buena- no lo habían suspendido más que unos días.

"Puedes irte por ahora Bang, mañana veremos cuál será tu castigo".

Resopló al recordar las últimas palabras de la mayor que, le importaron poco y nada. Después de todo, sus castigos nunca pasaban de quedarse limpiando las clases, ayudar en la biblioteca o alguna tarea lo bastante simple, pero tediosa.

A veces no entendía como sólo no lo expulsaban del colegio y se ahorraba el tener que soportar sermones más pláticas aburridas de profesores incompetentes.

Decir que le gustaba el colegio era una blasfemia.

Por supuesto que estudiar era lo último en su lista y menos en un establecimiento tan mediocre como ese.
Así que la mayoría del tiempo, se disponía a sacar de las casillas a sus profesores como había hecho esta misma mañana con la insufrible de su profesora de Filosofía.

Carcajeó al recordar cómo la mujer de mediana edad se sintió en demasía ofendida por su opinión con respecto a un tema en concreto y finalizó la oración con un popurrí de palabrerío en donde le dijo que le hacía falta mucha tolerancia para, posteriormente, echarlo de su clase.

—Vieja inepta, vaya a buscar tolerancia con Sócrates.

Murmuró para sus adentros antes de tantear los bolsillos traseros del vaquero y sacar la caja de cigarrillos con la idea de huir de ese estúpido recinto por hoy.

Bang Chan, Christopher para la mayoría, era el perfecto ejemplo de lo que no debías cruzarte en el camino:

Típico alumno rebelde que le importaban un carajo las reglas, molesto, bravucón, fanfarrón y ni hablar de los malos hábitos por los que era conocido.

Siempre lo ibas a encontrar fuera de clases y con un cigarro en la boca.

No hacía falta más explicaciones para entender el por qué tenía la peor reputación dentro del ámbito.

Tendría que haber finalizado sus estudios hace más de dos años.
No obstante, su poco interés en avanzar y esforzarse aún lo tenía allí.
Cursando su último año con veintitrés años de edad donde, a pocos meses de haber comenzado las clases, ya había visitado más el despacho de detención que otro lugar dentro del instituto.

Llegó al parque que solía frecuentar cuando escapaba de clases, tiró la mochila a un lado suyo y se recostó en el césped corto.
Sin más demoras, colocó un cigarro entre sus labios que segundos después encendió y luego de ponerse los auriculares, cerró los ojos.

Perdiéndose en su mundo de bocanadas de humo y melodías pesadas.

                              ...🎭...

—A veces me preocupa las estupideces que haces, Christopher—El azabache de baja estatura habló con un semblante tranquilo luego de encender el cigarrillo y tirar el encendedor hacia el nombrado—No tienes remedio. ¿Piensas llegar a fin de año y graduarte? Ya va siendo hora.

—La profesora de Filosofía tendría que estar jubilada hace tiempo y aún sigue dando clase. Ya ves—Chan replicó—No me interesan sus enseñanzas, menos sus sermones con respecto a la tolerancia que me falta.

—A mí me preocuparía más que no lo suspendieran. Ya se volvió una rutina, hay que admitirlo.

El cachetón sentado a un lado de ellos, encogió los hombros con simpleza y siguió comiendo de las frituras en la bolsa.

Los muchachos que tenían el cigarro entre sus labios le dieron una mirada sin mucho interés y asintieron a ello.

—Chan sabes que te banco, pero al menos haz el intento de que no te suspendan todas las semanas.

El azabache volvió a hablar tratando de sonar severo y el nombrado movió la cabeza en señal de asentimiento.

—Ya van dos meses del año y ha visitado más detención que cualquier otra aula. No esperes milagros.

El cachetón añadió, ganándose una mala mirada del más bajo que chistó en respuesta.

—¿Y bueno? ¿Ya sabes cuál será tu castigo esta vez?

Una cuarta voz inquirió mientras metía la mano en la bolsa de aperitivos del cachetón que por supuesto se quejó al instante.

—Hasta donde sé, me lo van a decir hoy—el mayor declaró sin mucha expresión en su rostro, soltando el humo por la boca—Ya sabes, debe ser lo mismo de siempre. En este colegio de cuarta no innovan ni con sus castigos.

—Ajá.

Los muchachos yacían a primera hora de la mañana en la entrada del colegio como su rutina de jóvenes estudiantes.

Bueno, menos Chan que solo se despertaba para hacerles compañía y por supuesto ser un fastidio.

Changbin, Jisung y Minho eran el círculo más cercano de Chan.
O mejor dicho, el grupo de amigos que lo toleraba la mayor parte del tiempo.

No eran de los mejores estudiantes, pero tampoco podían compararse a la reputación del mayor, claro.

Por momentos no entendían cómo eran amigos cuando tenían ideales y personalidades muy distintas.
Sin contar a Changbin que era el mejor amigo de Chan desde la infancia, los otros dos eran más tranquilos y en lo máximo que les llamarían la atención, podría deberse a saltarse clases.

No obstante, a pesar de sus diferencias mantenían una buena relación. Siendo ese grupo de amigos que siempre veías juntos sin importar las circunstancias.

El timbre de ingreso a clases sonó y por ende, los muchachos comenzaron a ponerse de pie para avanzar sin mucho apuro hacia el recinto escolar.
Chan por su parte se tomó el debido tiempo en consumir todo el cigarrillo y cuando consideró que no podía seguir fumando, lo tiró al suelo donde a continuación lo aplastó con la suela de sus botas.

—Veamos el castigo que me espera.

Liberó un suspiro y pasando la lengua por el arito de su labio inferior, se encaminó hacia su martirio de todos los días.

Sin ser consciente de los cambios que se vendrían en su emocionante vida. 

Colisión escénicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora