3. San Miguel la prospera.

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El sol ilumina el campo, toda una extensión de tierra desolada. Lo que antes fueron campos verdes y abundantes pasaron a ser estepas de matorrales acres y secos. El astro rey se posicionó encima del campo celeste sobre la tierra señalando el medio día. Abajo, en el suelo, un joven lleva de la rienda a una vaca que comenzaba a enflacar. Ambos a lo lejos se veían como tristes figuras desterradas de su lugar de origen. Ahí van los dos viajeros.

Kilómetros y kilómetros de paramos tristes y desolados, árboles secos sin hojas, troncos cual esqueletos vacíos. Un cielo de tonos naranja, el sol baña con su calor y sus colores a la tierra. Algunos buitres merodean los alrededores en busca de carroña, única cosa que era abundante en esa apremiante situación. Una brisa sopla levantando el fino polvo de la tierra, formando algunos caprichosos torbellinos de pequeño tamaño.

Jack y Clarisa con rumbo al pueblo que probablemente les brinde una nueva vida, solo faltara ver si esta será buena. Pasaron todo el día siguiendo su camino con lento andar hasta que llego el atardecer. Se detuvieron junto a una enorme roca a pasar la noche. Continuaron al día siguiente, pasando cerca de granjas y pequeños poblados, cruzando puentes, subiendo y bajando cerros. Caía una vez más la noche y los viajeros se detuvieron junto a un árbol que increíblemente tenía follaje. Antes de que oscureciera Jack ojeaba sus libros y en la noche, bajo la luz de la luna, toco con su guitarra una melodía que le hacía recordar su hogar, melodía que hacía sonar con las cuerdas de la guitarra para sus amigos.

–Parece que fue ayer que aún estaba en casa, bueno antier je je je ay.

Clarisa solo lo veía con una cara de "¿Es en serio chico?".

–Juraría que entiendes de lo que hablo– le dijo Jack tratando de conservar el buen ánimo del momento.

Pero aún seguía angustiado. No lo esperaba. Debía estar feliz por comenzar sus andadas por el mundo. Una parte de el sentía miedo de salir al exterior. La espera de "Ese día" le daba cierta seguridad y confort. Pero ya llegado el momento un temor lo había invadido y las circunstancias de su partida hacían peor su estado de ánimo. Quizás de haber esperado a crecer mas le hubiera hecho sacar mas pretextos para posponer su salida al mundo, pero las excusas ya habían dejado de ser permisibles. La señal que tanto había esperado al parecer era esa y ahora no había marcha atrás. Tenía que armarse de valor. Al siguientedía continuaron su andar. Ambas tristes figuras, los desterrados, avanzando alno tener otra alternativa en un camino cuyo destino ya había sido marcado peroque aun así era desconocido ¿Qué podría depararles a los dos?


A la mañana siguiente Jack despertó y noto algo en los alrededores, algo era distinto; no había seña alguna de afectaciones de la sequía. Retomaron el rumbo, prados verdes dominaban la mayoría del paisaje y ahora siguen un camino de piedra, vestigio de un antiguo imperio. Siguieron hasta detenerse en un alberge para comer y descansar. Con el poco dinero que traía, Jack pidió un poco de pan y vino. Pagó también para que alimentaran a Clarisa, habría comido del verde pasto que vieron atrás en el camino de no ser porque cada que se detenía para que el animal comiera, llegaba alguien a reclamarles por invadir propiedad privada.

Jack platicaba con el hombre que atiende el negocio.

–Vaya, veo que no les afecto mucho la sequía.

–¿Sequia? ¿Cuál sequía, muchacho?

–¿Eh? –contesto Jack sorprendido.

El hombre se aleja para atender a otros comensales.

–¿Que, no saben de la sequía?

–No habido sequias aquí en muchísimos años– respondió un joven mozo mientras lavaba el plato de un cliente que había ordenado un estofado –Imagino que no eres de por aquí o me equivoco.

Gigantic: The Storm's Eye.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora