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Artemisa había asegurado que se acercaba el alba, pero nadie lo habría dicho, estaba todo más oscuro, más frío y nevado que nunca. Allá en la colina, las ventanas de Westover Hall seguían oscuras. Las cazadoras levantaron el campamento tan deprisa como lo habían montado, mientras que Dante se mantuvo lo más alejado posible de estas. Sin duda le había venido bien liarse a puñetazos con un bosque, le había servido para liberar la rabia acumulada, aunque seguía furioso.

Thalia, Grover y Percy debieron de percibir esto y se le acercaron, deseosos de saber lo que había ocurrido durante su audiencia con la diosa. Dante se mantuvo en completo silencio, mientras Percy les contó lo que había pasado - La última vez que las cazadoras vinieron al campamento, la cosa no fue demasiado bien... - comentó Grover.

- ¿Por qué se habrán presentado aquí? – preguntó Percy - Quiero decir, ha sido como si surgieran de la nada -

- Y Bianca se ha unido a ellas - dijo Thalia, indignada - La culpa la tiene Zoë. Esa presumida insoportable... -

- ¿Cómo va uno a culparla? - dijo Grover, suspirando - Toda una eternidad con Artemisa... -

Thalia puso los ojos en blanco - Sois increíbles los sátiros. Todos loquitos por Artemisa. ¿No comprendéis que ella nunca va a corresponderos? -

- Es que... le va tanto la onda de la naturaleza - Grover parecía casi en trance.

- Estás chiflado - le espetó Thalia.

- Me chifla, sí - dijo Grover, soñador - Es cierto -

- Dejad de decir tonterías - soltó Dante con la mirada fija en el horizonte - Grover, recuerda de parte de quién estás y vosotros dos, aseguraos de que no mato a nadie en el camino de vuelta... -

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Después de un par de minutos, mirando el infinito, el cielo empezó a clarear. Artemisa murmuró - Ya era hora... ¡Es tan perezoso en invierno! -

- ¿Estás esperando, eh... la salida del sol? - le preguntó Percy.

- Sí, a mi hermano - Dante tardó unos segundos en comprender que se refería a Apolo, el padre de Helena. Esta no sería la primera vez que veía al padre de su amiga, ya habían cruzado miradas en alguna de sus varias audiencias en el Olimpo, aunque nunca había hablado con él.

- No miréis - les advirtió Artemisa - Hasta que haya aparcado -

Dante desvió la mirada al mismo tiempo que el resto de los presentes. La luz y el calor se intensificaron hasta que le dio la sensación de que su abrigo iba a derretirse. Y entonces la luz se apagó.

Cuando se volvió observó cómo un reluciente deportivo rojo estaba aparcado enfrente del grupo. Para ser más exacto, un Maserati Spyder descapotable rojo. El conductor bajó sonriendo. Parecía tener diecisiete o dieciocho años y, por un segundo, Dante tuvo la incómoda sensación de que era Luke, su viejo enemigo.

El mismo pelo rubio rojizo; el mismo aspecto saludable y deportivo. Pero no. Era más alto y no tenía ninguna cicatriz en la cara, como Luke. Su sonrisa resultaba más juguetona. Y de hecho, eso le recordó un poco a Helena, podía ver un parecido entre padre e hija, aunque sin duda se parecía más a su madre.

- Uau - se asombró Thalia entre dientes - Qué calor irradia este tipo -

- Es el dios del sol - comentó Percy.

- No me refería a eso.

- ¡Hermanita! - gritó Apolo - ¿Qué tal? Nunca llamas ni me escribes. Ya empezaba a preocuparme -

Artemisa suspiró - Estoy bien, Apolo. Y no soy tu hermanita -

- ¡Eh, que yo nací primero!

- ¡Somos gemelos! ¿Cuántos milenios habremos de seguir discutiendo...?

ARES #3 // DIOSES DEL OLIMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora