XXV

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- Esto es peggg-fecto - dijo la mantícora, relamiéndose. Llevaba un andrajoso impermeable negro sobre el uniforme de Westover Hall, también manchado y desgarrado. El pelo, antes al cero, le había crecido y se le veía erizado y grasiento. Tampoco se había afeitado últimamente y empezaba a asomarle una barba de brillos plateados. En resumen, no tenía mucho mejor aspecto que por ejemplo, Nereo.

- Hace ya mucho tiempo, los dioses me desterraron en Persia - prosiguió - Me vi obligado a buscarme el sustento en los confines del mundo; tuve que ocultarme en los bosques y alimentarme de insignificantes granjeros. Nunca pude combatir con un héroe. ¡Mi nombre no era temido ni admirado en las antiguas historias! Pero todo eso va a cambiar. ¡Los titanes me honrarán y yo me daré un banquete con carne de mes...! -

Antes de que pudiese acabar con su gran discurso Dante sacó una de sus pistolas y disparó contra la mantícora. La bala pasó rozando su cabeza. Más que un ataque había sido una advertencia - Me pillas de muy mal humor... - respondió el hijo de Ares.

La mantícora tenía dos guardias a cada lado armados hasta los dientes. Eran algunos de los mercenarios mortales que habían visto en Washington. Dos más se habían apostado en el siguiente embarcadero, por si trataban de escapar. Había turistas por todas partes, caminando junto a la orilla o haciendo compras en las tiendas del muelle, aunque Dante estabas seguro de que aquello no frenaría a la mantícora - ¿Y los esqueletos? - preguntó Percy.

Él sonrió, desdeñoso - ¡No necesito a esas estúpidas criaturas de ultratumba! ¿El General me
había tomado por un inútil? ¡A ver qué dice cuando sepa que os he derrotado por mi cuenta! -

Dante sacó las dagas de Cicno mientras una sonrisa sádica se pintaba en su rostro - Inténtalo... - le desafío mientras hacía un recuento de las posibilidades que tenían de salir vivos de allí y cargando con un bicho mitad vaca, mitad serpiente de alrededor de trescientos kilos - Ya te derrotamos una vez -

- ¡Ja! Apenas tuvisteis que combatir, con una diosa a vuestro lado. Pero, ay... esa diosa está muy ocupada en este momento. Ahora no contáis con ayuda.

Zoë sacó una flecha y le apuntó directamente a la cabeza. Los guardias que lo flanqueaban alzaron sus pistolas - ¡Espera! - la detuvo Percy - ¡No lo hagas! -

La mantícora sonrió - El chico tiene razón, Zoë Belladona. Guárdate ese arco. Sería una lástima matarte antes de que puedas presenciar la gran victoria de tu amiga Thalia -

- ¿De qué hablas? - gruñó Thalia, con el escudo y la lanza preparados.

- Está bien claro - dijo la mantícora - Éste es tu momento. Para eso te devolvió a la vida el señor Cronos. Tú sacrificarás al taurofidio. Tú llevarás sus entrañas al fuego sagrado de la montaña y obtendrás un poder ilimitado. Y en tu decimosexto cumpleaños derribarás al Olimpo -

Todos los presentes se quedaron mudos. Era treméndamente lógico. Sólo faltaban dos días para que Thalia cumpliera los dieciséis. Ella era hija de uno de los Tres Grandes. Y ahora tenía ante sí una elección: una terrible elección que podía implicar el fin de los dioses. Era tal como había predicho la profecía. Dante estaba absolutamente convencido de que Percy era el chico de la profecía. Sin embargo, el fin del mundo tenía lugar en aquel mismo momento y la protagonista era la hija de Zeus.

Dante esperó que Thalia le plantase cara a la mantícora, pero ella titubeó. Parecía estupefacta. Pero quién no podía estarlo en una situación como esa - Tú sabes que ésa es la opción correcta - continuó él - Tu amigo Luke así lo entendió. Ahora volverás a reunirte con él. Juntos gobernaréis el mundo bajo los auspicios de los titanes. Tu padre te abandonó, Thalia. Él no se preocupa por ti. Y ahora lo superarás en poder. Aplasta a los olímpicos, tal como se merecen.
¡Convoca a la bestia! Ella acudirá a ti. Y usa tu lanza -

ARES #3 // DIOSES DEL OLIMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora