ARES #3 // DIOSES DEL OLIMPO

XV

Dante cruzó el Mall pitando, sin atreverse a mirar atrás, y se metió disparado en el Museo del Aire y el Espacio. La parte principal del museo era una sala gigantesca llena de cohetes y aviones colgados del techo. Por todo el perímetro discurrían tres galerías elevadas que permitían observar las piezas expuestas desde distintos niveles. Aunque lo que más llamó su atención fue un artilugio espacial con aspas de helicóptero. Ya que justo encima de este, un enorme león rugía con sus fauces abiertas de par en par - Creo que tiene hambre... - comentó mientras esquivaba la mordida del monstruo.

- ¡Zoë! - gritó Percy - ¡Apuntadle a la boca! -

El monstruo saltó. Una flecha silbó a su lado sin acertarle. Dante y Percy se dejaron caer en lo alto de la pieza que había expuesta en la planta baja: una reproducción inmensa del globo terráqueo. Ambos se deslizaron por territorio ruso y, a la altura del ecuador, saltaron. El León de Nemea dio un rugido e intentó mantener el equilibrio sobre la nave espacial, pero pesaba demasiado. Uno de los cables se partió. Mientras la nave empezaba a balancearse como un péndulo, el león cayó de un salto sobre el Polo Norte. Dante sacó una de sus pistolas, apuntando a la boca del monstruo, pero se movía demasiado - ¡Así no hay manera! - gritó mientras se bajaba del globo terráqueo de un salto.

Echó a correr por el pasillo mientras repasaba mentalmente el mito del león de Nemea. Matar a este monstruo fue el primero de los doce trabajos de Hércules. Había dos versiones de esta historia, en la primera Hércules lo había matada estrangulándolo con su fuerza sobre humana. Mientras que la segunda historia decía que lo había matado disparando flechas a su boca, su única parte vulnerable.

Dante no conocía la fuerza de Hércules, así que tampoco sabía si él con el favor de Ares sería capaz de igualarlo. Además, ya había usado una vez el favor de Ares, habiendo prometido que no lo volvería a usar. No podía arriesgarse...

De reojo vio la sombra del monstruo que se precipitaba sobre él. Apenas tuvo tiempo de girarse cuando el león cayó sobre él. Dante cayó al suelo, sometido por el peso del león y vio con impotencia como el monstruo levantaba las garras, listo para destrozarle. Instintivamente puso las dagas en medio, deteniendo el ataque por los pelos.

El choque liberó una andanada de chispas que se esparcieron sobre el chico. Sin embargo, el león siguió presionando hasta que poco a poco consiguió hundir la punta de sus garras en el pecho de Dante, arrancándole un alarido de puro dolor - Mierda.... - musitó entre dientes mientras sentía como poco a poco las garras del león le atravesaban como si fuesen taladros.

Intentó resistirse con todas sus fuerzas, pero el monstruo era más fuerte que él. Era como si un elefante estuviese intentando aplastarle. No me queda de otra..., pensó el chico mientras desataba el Favor de Ares. Pero antes de que pudiese hacer nada la imagen de Helena apareció delante suya y recordó las últimas palabras que la chica le había dicho: «Solo... Vuelve vivo, por favor».

Dante apretó los dientes y decidió detener el flujo de poder del Favor de Ares. Se había embarcado en una misión, siendo completamente consciente de sus limitaciones. Así que tenía que encontrar una manera de escapar sin usar la fuerza divina de su padre. 

El león de Nemea se agachó sobre él mientras rugía con fuerza. El chico pudo ver dentro de las fauces del monstruo a la perfección y una idea paso por su cabeza. Era prácticamente un suicidio pero era lo único que se le había ocurrido. Si no podían conseguir un tiro certero él mismo le metería sus dagas hasta el gaznate en ese momento.

Para su suerte, antes de que pudiese apartar las dagas, la única cosa que evitaban que el león le destrozase con sus garras alguien llamó su atención - ¡Eh, tú! - le gritó Percy. De reojo Dante vio como le arrojaba su espada como si fuera un puñal. Le rebotó en un flanco, pero al menos sirvió para captar su atención. El león dejó ir a Dante y se volvió hacia Percy, gruñendo.