XXXV

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Helena se frotó las manos en un intento de mantener el calor. Debían de ser cerca de las seis de las mañana, no tenía que faltar mucho para el amanecer, pero en invierno su padre tenía la fea costumbre de restrasarse - Papá... Podrías madrugar un poco hoy - musitó la chica mientras soltaba un poco de vaho entre sus manos.

Como respuesta, una cálida sudadera cayó sobre su cabeza - Te dije que te fueras a dormir, no que te congelaras - la regañó Dante mientras se sentaba a su lado. Estaban en el anfiteatro, frente a los restos de la hoguera de la noche anterior. Aún quedaban un par de troncos casi carbonizados, con los cuales encendieron una pequeña hoguera.

Durante unos minutos ninguno de los dos supo que hacer o decir. Solo se quedaron allí, sentados, mirando las llamas. Helena no tenía ni idea de que hacer. Hacía una semana que Dante había dejado el Campamento Mestizo para sumarse a la misión de rescate de Artemisa. Y ahora, ese mismo chico estaba a su lado, con la mirada fija en las chispas del fuego. Inspiró lentamente el frío aire mientras se armaba de valor - Dante... ¿Qué ha... ?

- Helena - la interrumpió él antes de que pudiese decir algo más - Por favor... No quiero hablar de lo que ha pasado... Por favor, aún no -

La chica le dedicó una mirada preocupada mientras tomaba su mano con delicadeza. Aún estaban heladas, pero el calor de la hoguera ya empezaba a hacer efecto - Solo quiero saber si Percy y los demás están bien... Si tú estás bien -

Dante se giró y clavó su mirada en los ojos de la chica. Un escalofrío recorrió las espalda de Helena al notar que algo había cambiado en el chico. Aquella mirada que siempre le había resultado tan familiar ahora parecía distinta, lejana. Como si Dante le estuviese mirando a través de un prisma helado - Ellos están bien... - entonces, el rostro de Zoë y Bianca surgió en su mente - Bueno... Hubo complicaciones -

- ¿Complicaciones? - preguntó la hija de Apolo mientras apretaba la mano del chico - ¿Qué complicaciones? -

- Zoë y Bianca... Ellas no sobrevivieron.

Helena palideció ante aquellas palabras. No es como si las dos cazadoras fuesen personas significativas en su vida, pero solo pensar en sus muertes la entristeció - Pobre Nico... Tendríamos que hablar con él -

- Hoy no... Dejemos que descanse esta noche.

Helena volvió a contemplar las llamas. El calor empezó a envolver su cuerpo pero el contacto con la mano de Dante aún se sentía gélido. Casi como si estuviese sosteniendo un carámbano - ¿Y cómo estás tú? -

Dante se quedó en silencio durante unos segundos. Un tiempo que se le hizo eterno a Helena - Todo se está yendo a la mierda... - susurró él mientras bajaba la mirada. La voz del chico sonaba rasposa, como si le costase pronunciar cada palabra.

En cuanto dijo aquello Helena volvió a clavar su mirada sobre él- ¿De qué estás hablando? - preguntó la chica, suavemente - Dante... ¿Qué está pasando? -

El hijo de Ares no levantó la mirada, pero una pequeñas gotas cayeron al suelo, mojando la punta de sus deportivas. Rápidamente, Helena se arrodilló frente a él y cogió su rostro con delicadeza. Y entonces pudo ver un rostro que jamás pensó que volvería a ver, y que sinceramente, no quería ver - No puedo más... - dijo Dante con voz rota mientras las lágrimas se escurrían de sus ojos - Helena... Yo... No puedo más -

*******

Helena era, sin lugar a dudas, la mejor curandera del Campamento Mestizo. Cuando alguien se hería en los entrenamientos o en las batallas siempre lo mandaban con ella. Había sido capaz de reunir miembros cercenadas, tratar cualquier tipo de herida e incluso había salvado la vida de Dante más de una vez.

ARES #3 // DIOSES DEL OLIMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora