XII

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- ¿Qué mierda me está pasando? - musitó Dante mientras salía a trompicones de la cabaña cinco - ¿Y quién demonios es Lena...? -

Vagó por el campamento mientras se daba golpes en el pecho, intentando recuperar la respiración. Para su suerte, el frió aire del invierno abrió sus pulmones, permitiéndole respirar. Ya más tranquilo llegó hasta el pabellón del comedor, donde se apoyó en una columna y se deslizó hasta el suelo - ¿Quién eres? - volvió a preguntar mientras recordaba la imagen de la misteriosa chica. Verla había removido algo en el interior de su pecho.

El chico suspiró y enterró su cabeza entre las piernas, mientras intentaba ordenar sus pensamientos... Y sus sentimientos. No supo cuánto tiempo estuvo allí pero unas voces llamaron su atención. Dante se asomó un poco y vio a Zoë Belladona y a Bianca Di Angelo hablando.

Parecían discutir - Eso no se cura - dijo Zoë - O no tan deprisa, al menos -

- Pero ¿cómo ha sucedido? - preguntó Bianca.

- ¡Una estúpida travesura! - rezongó Zoë - Esos hermanos Stoll, de la
cabaña de Hermes. La sangre de centauro es como un ácido. Todo el mundo lo sabe. Pues resulta que habían rociado con ella esas camisetas del Tour de Artemisa -

Dante continuó agazapado en las sombras que proyectaba la columna. Parecía que las chicas no le habían visto, probablemente estuviesen demasiado metidas en sus problemas como para darse cuenta de qué tenían un oyente de más.

- ¡Uy, qué espantoso! - añadió Bianca.

- Sobrevivirán - dijo Zoë - Pero tendrán que permanecer postrada durante semanas con una horrible urticaria. Es imposible que vengan. Todo queda en mis manos... y en las tuyas -

- Pero la profecía... Si Febe y Maya no pueden venir, sólo seremos cuatro. Tenemos que elegir a otra persona.

- No hay tiempo. Hemos de salir con las primeras luces del alba. Es decir,
inmediatamente. Además, la profecía decía que perderíamos a uno.

- En la tierra sin lluvia - recordó Bianca - Eso no puede ser aquí -

- Tal vez sí - dijo Zoë, aunque ni siquiera ella parecía convencida - El campamento tiene una frontera mágica y nada, ni las nubes ni las tormentas, puede cruzarla sin permiso. O sea que podría ser una tierra sin lluvia -

- Pero... Eso no explica que hayamos perdido a Maya. Eso son dos personas, no una.

- Bianca, escúchame - Zoë hablaba ahora con la voz agarrotada - No...
no puedo explicarlo, pero presiento que no debemos elegir a ninguna persona más. Sería demasiado peligroso. Podría acabar incluso peor que Febe o Maya... No quiero
que Quirón escoja a un campista como quinto y sexto miembro del grupo. Y tampoco quiero arriesgar a otra cazadora -

Bianca se quedó en silencio unos instantes. Luego levantó la vista - Deberías contarle a Thalia el resto de tu sueño -

Ella también ha soñado, pensó Dante - No. No serviría de nada -

- Pero si tus sospechas sobre el General son ciertas...

- Tengo tu palabra de que no hablarás de ello - dijo Zoë. Sonaba angustiada
de verdad - Pronto lo averiguaremos. Y ahora, vamos. Acaba de romper el
alba -

Ambas chicas echaron a andar hacia la cabaña de Artemisa, cuando de golpe Zoë se quedó inmóvil y deslizó la mano hacia su arco. Miraba a un punto en la nada, como si hubiese visto un fantasma. Y por un momento el propio Dante pensó que le habían encontrado. Para su suerte, fuese lo que fuese pareció pasar a segundo lugar cuando Bianca la llamó - Ya están encendidas las luces de la Casa Grande. ¡Deprisa! -

ARES #3 // DIOSES DEL OLIMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora