X

147 20 3
                                    

Como siempre, el consejo se celebró alrededor de la mesa de ping pong, en la sala de juegos. Habían retrasado la reunión hasta que Dante estuvo listo para asistir. Dioniso hizo una seña y surgieron bolsas de nachos y galletitas saladas y unas cuantas botellas de vino tinto. Quirón tuvo que recordarle que el vino iba contra las restricciones que le habían impuesto, así que el señor D suspiró. Chasqueó los dedos y el vino se transformó en Coca Diet. Nadie la probó tampoco.

El señor D y Quirón, ahora en silla de ruedas, se sentaron en un extremo de la mesa. Zoë y Bianca di Angelo, convertida en su asistente personal o algo parecido, ocuparon el otro extremo. Thalia, Grover y Percy se situaron en el lado derecho y los demás líderes, Beckendorf, Silena y los hermanos Stoll y Helena, en el izquierdo. Por último estaba Dante quien se tumbó en una hamaca que había cerca y cerró los ojos mientras pensaba en lo que acababa de pasar.

Zoë abrió la reunión con una nota positiva - Esto no tiene sentido -

- ¡Nachos! - exclamó Grover, y empezó a agarrar galletitas y pelotas de ping pong a dos manos, y a untarlas con salsa.

- No hay tiempo para charlas – prosiguió Zoë - Nuestra diosa nos necesita. Las cazadoras hemos de partir de inmediato -

- ¿A dónde? - preguntó Quirón.

- ¡Al oeste! - dijo Bianca. Era asombroso lo mucho que había cambiado en unos pocos días con las cazadoras. Llevaba el pelo oscuro trenzado como Zoë y recogido de manera que ahora sí podías verle la cara. Daba la impresión de haber hecho mucho ejercicio y su piel, como la de todas las cazadoras, brillaba levemente como si se hubiera duchado con luz de luna - Ya has oído la profecía, Seis buscarán en el oeste a la diosa encadenada. Podemos elegir a seis cazadoras y ponernos en marcha -

- Sí - asintió Zoë - ¡La han tomado como rehén! Hemos de dar con ella y liberarla -

- Se te olvida algo, como de costumbre - dijo Thalia - Campistas y cazadoras prevalecen unidos. Se supone que tenemos que hacerlo entre todos –

- ¡No! - exclamó Zoë - Las cazadoras no han menester vuestra ayuda -

- No necesitan, querrás decir - refunfuñó Thalia - Lo del menester no se oye desde hace siglos. A ver si te pones al día -

Zoë vaciló, como si estuviera procesando la palabra correcta - No precisamos vuestro auxilio - dijo al fin.

Thalia puso los ojos en blanco - Olvídalo... -

- Me temo que la profecía dice que sí necesitáis nuestra ayuda - terció Quirón - Campistas y cazadoras deberán colaborar -

- ¿Seguro? - musitó el señor D, removiendo la Coca Diet y husmeándola como si fuera un gran bouquet - Uno se perderá. Uno perecerá. Suena más bien desagradable, ¿no? ¿Y si fracasáis justamente por tratar de colaborar? -

- Señor D - dijo Quirón, suspirando - Con el debido respeto, ¿de qué lado está usted? -

Dioniso arqueó las cejas - Perdón, mi querido centauro. Sólo trataba de ser útil -

Entonces fue cuando Dante decidió intervenir. Se levantó de la hamaca con tranquilidad y caminó hasta la mesa bajo la atenta mirada de todos - Tenemos que trabajar juntos - sentenció con tono serio - A mí tampoco me gusta, Zoë, pero ya sabes cómo son las profecías. ¿Pretendes desafiar al Oráculo? - Zoë hizo una mueca desdeñosa, pero todos sabían que Dante tenía razón.

- No podemos retrasarnos - advirtió Quirón - Hoy es domingo. El próximo viernes, veintiuno de diciembre, es el solsticio de invierno -

- ¡Uf, qué alegría! - masculló Dioniso entre dientes - Otra de esas aburridísimas reuniones anuales -

ARES #3 // DIOSES DEL OLIMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora