Ha llegado la hora

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CAPÍTULO 14

Hermione

Mi cabeza descansaba sobre el brazo del sillón, mis risos se esparcieron sobre éste mientras veía el techo, al fondo se escuchaba la suave canción de A groovy kind of love, cerré los ojos y sentí la brisa cruzar por la ventana, la piel se me erizó y me contraje buscando calor. Aquel día el trabajo en la oficina había estado sumamente tranquilo, escuché gritar dos veces a mi jefa y mi compañera había llorado solamente una vez. Bebí la limonada de la pajilla y disfrute que nadie perturbara mi tranquilidad.

Lo sentí llegar y sonreí cantando por debajo, sus manos apretaron mi cintura y lo sentí acomodarse en el sillón, recorrió mi ombligo con la yema de sus dedos y al final golpeó con suavidad mis piernas desnudas, entonces abrí los ojos en reproche, me dio con deseo y recriminación, entonces me reí.

¿A qué viene la desnudez?

El uniforme me fastidia —respondí subiendo mis pies sobre sus piernas—, pero cubro lo esencial —aclaré señalando mi ropa interior.

Veo que compraste el artefacto.

Empecé a reírme cuando alzó la ceja.

Las cosas habían cambiado en esos dos años, y con ello la casa, poco a poco había encontrado la seguridad en esas cuatro paredes, la varita se había transformado en un accesorio del que nunca me separaba, y rara vez utilizaba. La sala había cambiado, esa vez Severus llegó y abrió los ojos cuando no vio el sofá de siempre, en su lugar había dos sillones grandes color perla con cojines blancos, me volteó a ver y disimulé bebiendo el té, había ahorrado durante tres meses para comprarlo y tenía una lista de al menos tres argumentos del porqué había cambiado ese mueble, él se acercó a mí y me vio con dureza.

—Estaban viejos —dije por fin.

—¿Debo temer por más cambios? —preguntó ceñudo.

No le respondí, pero cuatro meses después había redecorado el primer piso de la casa, tener un buen trabajo, tiempo libre y demasiadas emociones en el pecho no eran buena combinación para él, pese a su negativa habíamos pintado las paredes color durazno, lo cual combinaba perfectamente con la sala, al menos ya tenía el argumento perfecto para cambiar la cocina, pensé cuando Severus terminaba de recoger los papeles llenos de pintura.

—Pudiste traer a un muggle a hacer esto —se quejó alzando la varita y tener limpio todo, yo suspiré, ya se había tardado en hacer eso.

—Un muggle no tiene tu paciencia —él terminó asintiendo—, el mueble llega mañana.

—¿Qué mueble? —preguntó de mal humor.

—Es que es viejo —me defendí señalando el librero.

Severus se quedó boquiabierto cuando los empleados de la mueblería llegaron con el librero color caoba, con la varita lo acomodé al fondo de la sala y fui colocando los adornos que poco a poco y con mucha precaución había comprado, el reloj, debíamos tener un nuevo reloj, los recuerdos de nuestro viaje a la playa, un par de fotografías en un portarretratos y se dio cuenta que conforme pasaban los minutos yo no dejaba un hueco sin llenar, debía agradecerme que reserve el espacio más grande a sus libros más leídos, pero sólo se quedó pegado al comedor viéndome de manera inquisidora.

—¿Debo preguntar para qué es ese hueco?

—Las noches son aburridas.

—¿Y el hueco no? —preguntó con ironía.

No estoy preparada para perderte Editando (Sevmione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora