Clay
—Wow, eres muy bueno en esto.
Resisto el impulso de poner los ojos en blanco, así que me muerdo un huevo y me concentro en la trazadora.
Los tatuajes no son exactamente el tipo de industria que te perdona si cometes algún error en tu diseño, así que ignoro la absurda adulación y continúo con mi trabajo.
En mi ingenuidad, tengo la esperanza de que Keira se calle si la ignoro considerando que ha funcionado otras veces, pero, ¿a quién engaño? Solo estoy siendo optimista, porque vuelve a abrir la boca.
—Es decir, ¡mira esto! Amo los detalles—acota con exagerada emoción.
«Tranquilo, no la cagues, no la cagues. Respira» me repito como un mantra para no arruinar mi precioso diseño.
Ahogo un sonido de frustración cuando se mueve por su parloteo insistente y aprieto el agarre en su brazo para no cagarla, por su culpa.
Lo más interesante sobre Keira (además de su impresionante garganta profunda) es el complicado diseño de una mandala que dibujaba en el interior de su antebrazo.
—Me encanta cuando me tatúas tú, eres mucho más cuidadoso con los detalles, no como Klein—resopla indignada y me arranca entonces una risita.
Solo lo dice porque Klein rechazó una mamada como forma de pago y sí le cobró en efectivo el diseño de constelación que tenía en la parte derecha de su cadera la primera vez que entró aquí.
Klein decía siempre que era importante mantener el negocio limpio y funcionando correctamente y que todos los empleados debían tener ética.
¿Lo bueno para mí? Yo no soy un empleado oficial, así que esa ética puedo guardármela donde mejor me parezca y disfrutar, mientras tanto, de las creativas formas de pago de Keira.
Pero no hoy. Hoy solo quiero terminar mi diseño y salir del estudio. Estoy agobiado.
Es miércoles y eso solo significa una cosa, una que quiero evitar a toda costa, pero que, aun así, no importa cuánto intente huir de ella, siempre termino topándomela.
Casi doy un respingo cuando siento el delicado toque de la castaña sobre mi brazo.
—¿Está disponible la camilla de tatuajes de atrás?—inquiere en tono bajo, incitante y debo forzarme a fijar la vista en lo que hago para no caer en la tentación y arruinar mi trabajo.
—Carter está haciendo un tatuaje allí.
—Oh—su voz se tiñe de genuina decepción y mueve su cabeza bruscamente para acomodarse el cabello caoba en su espalda.— Podríamos arreglárnoslas aquí, ya sabes, algo rápido como la última vez.
Vuelvo a encajar mis dedos en su piel para mantenerla en su lugar, hastiado. Está más inquieta de lo normal y eso solo le sirve para cabrearme. Alzo la vista hacia ella, sus ojos oscuros encontrándose con los míos y regalándome una sonrisa coqueta.
—No te muevas.
—No lo estoy haciendo.
Mi pulgar hace presión en un punto específico para terminar de rellenar la mandala.
—Deja de moverte ya.
—¿O qué?—ronronea.— ¿Por qué no mejor me obligas a estar quieta mientras terminas tú el tatuaje?—desliza su dedo por mi entrepierna, a punto de encontrarse con mi amigo, que también es su amigo.
—Siempre me la pones dura—sus ojos destellan con malicia y aclaro:— Hablo de trabajar contigo.
—Bueno, tú ocúpate de mantenerme quieta mientras yo me pongo de rodillas para ocuparme de algo más duro—le da un apretón prometedor que casi me hace desviar el trazo por su piel y cagar todo mi trabajo de dos horas y media.
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Indeleble [+18] [Libro 1 de la Bilogía Artes] DISPONIBLE EN LIBRERÍAS
RomanceCOMPLETA Ella ama el ballet. Él ama los tatuajes. Ambos son distintos, ambos son precisos, sin embargo, la perfección no es siempre sinónimo de felicidad. Niza comienza a trabajar en Ink the Mind buscando una solución a su problema: no ser expuls...