9| Contraste.

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Clay

Me duele la polla.

Es lo primero que noto cuando la maldita lunática sale de la ducha como un torbellino rojizo, y es justo ese dolor insistente el que me saca de mis cavilaciones.

El agua se torna helada rápidamente y me cala la espalda. Es gélida y aun así, no logra sofocar el fuego que se extiende por mi cuerpo consumiéndolo todo en forma de deseo.

Parpadeo atónito, intentando procesar lo que ocurrió hace unos segundos. Me siento un niñito virgen que acabara de tocar tetas por primera vez en su vida. Y lo cierto es que ha transcurrido una vida desde que toqué un par de pechos con inocencia.

Trago grueso y no sé si la tensión que siento en los hombros, el cuello y sobre todo la polla proviene de mi impresión o de mi imperante necesidad de sentir a Niza en un nivel más profundo.

Está loca.

Completamente loca. No conoce los límites.

¿Qué clase de idiota se mete a la ducha de otra persona como si se tratase de algo normal?

Peor aún, ¿qué era esa emoción que le comía el rostro?

Se está convirtiendo en un dolor constante, uno que debo aliviar girándome, apoyándome contra la pared y tomándome el tronco para aligerar esa tensión que no hace otra cosa más que aumentar cuando está cerca, a tal punto que no puedo pensar con racionalidad y es mi polla la que toma el liderazgo del cuartel.

Trato de concentrarme en las imágenes que me llenan la cabeza: lo incitantes que son sus labios cuando están partidos, el agitado subir y bajar de su pecho y la sensación de sus pezones rozándome el pecho a través de la tela de su blusa deportiva.

Gruño y aprieto el agarre en el tallo, las venas de mi brazo marcándose como el compás de la necesidad que me carcome por tenerla. Una gota de semen nace del glande y cierro los ojos disfrutando de la sensación, que me alivia menos de lo que esperaba.

Evoco lo firmes que son sus tetas y la sensación de su pequeña cintura entre mis manos, rodeándola casi por completo. Aumento la velocidad y bombeo el tronco con ímpetu, vaciando en mis rudas caricias la frustración que ella me provoca.

Me tenso y estoy a punto de correrme cuando dos golpes en la puerta me cortan toda la inspiración y me bajan de sopetón de la cima que casi alcanzo pensando en la incrédula de Niza.

—Hawthorne, ¡sal ahora o te sacaré con los huevos al aire!—grita el entrenador y el corazón casi se me para, pero no por la excitación, sino por el puto susto que acabo de llevarme.

¿Es que ya no se puede uno duchar cómodamente? ¿Se pusieron todos de acuerdo para cagarme hoy el baño o qué mierda?

—¡Ya voy!—mi voz sale ronca y apresurada, mi pecho subiendo y bajando con rapidez por la agitación de hace unos segundos.

—Un minuto, que no eres el único que huele a culo en este gimnasio.

Me paso las manos por el cabello una última vez para retirarlo de mi cara y permito que el agua helada calme mis ansias.

Salgo de la ducha con los dedos arrugados, la frustración poniéndome de mal humor y un dolor de huevos peor que antes.

Esto de la masturbación no está funcionando tan bien como creí.

¥

—¿Cómo estás, Clay?

Aprecio la sonrisa de mi hermano a través del móvil.

Indeleble [+18] [Libro 1 de la Bilogía Artes] DISPONIBLE EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora