15| Textura.

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Clay

Quiero matar a Bryce.

Quiero matar a Olga.

Quiero matar a la maldita ama de llaves que creyó ésta sería una buena hora para venir a limpiar.

—Olga—la llamo cuando se acerca al marco de la puerta y pega un grito llevándose una mano al pecho.

—¿Joven Hawthorne?—pregunta con timidez caminando los pasos que le restan hasta llegar al umbral de la habitación.

Tengo que pensar en ovejas para controlarme lo suficiente y no gritarle por su impertinencia.

—No sabía que estaría aquí—se excusa en tono endeble, mirando a Niza, después a mí y de vuelta a ella. — El señor Bryce no me...

—No tendrías porqué saberlo—espeto de mala manera, poniéndome en pie.— Llegamos aquí por una emergencia.

Está claro que ella deduce por sí sola de qué emergencia estoy hablando a juzgar por la mirada de reconocimiento que me dedica, como si hubiese atrapado a un niño comiéndose dulces que no debería a escondidas.

Su deducción habría sido correcta. Si tan solo me hubiese permitido comerme el puto dulce que prácticamente podía saborear en mi boca. O en mi polla. O en ambas.

—Lamento la interrupción—se disculpa, todavía descolocada por la escena y da un paso hacia atrás.— Volveré más tarde para comenzar a limpiar.

«Qué considerado de tu parte. ¿Podrías regresar, no sé, hasta mañana?»

Estoy por asentir cuando la voz de Niza me corta.

—No es necesario—se incorpora cubriéndose lo más posible con la camiseta y tan roja como su cabello.— Nosotros ya nos íbamos.

—¿Ah si?—pregunto desconcertado.

—Sí—afirma con decisión y le dedica una sonrisa apenada a Olga, extendiéndole la mano.— Soy Niza, un gusto.

Siento que voy a morir de inanición a este paso.

—Olga—le corresponde con educación. Aunque no es una mujer vieja, tiene costumbres bastante antiguas para ser alguien entre sus cuarentas y cincuentas. Es menuda, pequeña y con un cabello caoba siempre atado en una coleta. Su actitud regia, organizada y silenciosa fue lo que le consiguió su trabajo en esta casa.

Me agradaba más el resto de los empleados de servicio en otras casas. Ella no fisgoneaba tanto en nuestras vidas.

—Voy a... vestirme y nos iremos. Ya es tarde—susurra dedicándome una mirada corta antes de salir disparada hacia uno de los baños.

Suspiro mientras la miro alejarse. He vuelto al punto de salida. Por enésima vez.

Escudriño a Olga impasible, aunque por su expresión sé que ella sabe que estoy molesto, aunque tiene la prudencia de no decir nada.

¿Se siente mal por interrumpirnos? Tranquila, yo me siento peor.

Carraspea y clava los ojos en el suelo.

—Su hermano me comentó que estaría de visita en la ciudad por un par de conciertos que tendrían lugar aquí. Me ha pedido que ordene el lugar.

—Lo sé, me lo dijo.

—Solo hago mi trabajo, señor.

Tal vez le estoy dando más importancia a este asunto del que se merece. Me relajo y dejo escapar el aire.

—Lo sé, Olga. No tienes que disculparte por eso—me acerco y coloco una mano sobre su hombro, dándole un apretón.— ¿A tu hijo le ha servido la guitarra que le di?

Indeleble [+18] [Libro 1 de la Bilogía Artes] DISPONIBLE EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora