Bryce
Me va a explotar la cabeza.
Abro primero un ojo y un latigazo de dolor me recorre la columna cuando la luz que se cuela por la ventana es captada por mi vista. Soy lento en moverme, pero me percato pronto que no estoy en mi habitación. Ni en una habitación de hotel. Ni en una zanja o una banqueta. Bueno, puntos extras por eso.
No me presionen, porque tampoco sé dónde estoy hasta que me siento erguido. Aparentemente dormí sentado sobre el piso, con la cabeza apoyada en la mesita de cristal y...sí, abrazando la lámpara de decoración. La dejo caer con hastío y hace un ruido sordo que provoca un ronroneo del otro lado. Cuando pongo mi atención en la fuente del sonido, veo a una chica dormida en mi sillón, de cabello rizado oscuro muy esponjado y la piel morena casi dorada.
Ni idea de quién demonios es, sin embargo, miro hacia abajo y me felicito porque tengo los pantalones cerrados y mi polla en su lugar. «Eso es amigo, choca esa aleta, dame esos cinco» digo orgulloso dándome unas palmaditas a mi pene vestido antes de ponerme en pie.
Casi caigo cuando una oleada de vértigo me azora, pero me mantengo. No sé qué me matará primero: si la resaca, la deshidratación o la sensación de derrumbe que me embosca cuando el efecto de la droga pasa.
Me muerdo el labio y decido que lo hará la falta de sustancias en mi cuerpo. Inconscientemente, palpo los bolsillos de mi pantalón y la misma chaqueta que usé ayer en el concierto, esperando encontrar un poco de alivio ahí. Si fuera más inteligente, mi yo drogado dejaría una bolsita preparada junto a una nota en mi bolsillo que dijera «para que te mantengas arriba amigo, te quiero ♡» a mi yo jodido cuando el efecto comienza a cesar, pero no, no soy tan listo cuando estoy dopado.
—Mierda.
—¿Estás buscando esto?—me giro con rapidez al registrar la voz de Mimi, quien sostiene mi bolsita de la felicidad en sus afiladas garras oscuras de diez centímetros y manicura perfecta. Sonríe maléfica. Lo hace a propósito.
—Eso es mío—me quejo.
—Era—recalca entrando al rellano de la sala.— Queda oficialmente confiscado.
—¿Ahora eres policía?—me burlo, la voz sale rasposa y seca.
—Contigo tengo que ser más que eso—pone los ojos en blanco guardándose el polvo en el bolsillo trasero de sus pantalones de cuero ajustadísimos.— ¿Llevas más encima?—inquiere estrechando los ojos con aire desafiante.
—No.
—¿Seguro?
La verdad no sé. No recuerdo la mitad de la noche luego del concierto, pero ella no tiene que saberlo, así que asiento.
—¿Tendré que cachearte sobre la ropa?—cuestiona con dureza y no puedo evitar sonreír con picardía.
—Bueno, bueno...podrías cachearme bajo la ropa si eso te facilita el trabajo.
—No es tu día de suerte—repone mientras se acerca a la chica y le sacude del hombro suavemente.— Cariño, es hora de despertar. He llamado a un Uber para que te lleve a casa, te está esperando afuera.
La miro actuar como miel sobre hojuelas con la extraña, su voz tan dulce como un algodón de azúcar. Es una doble cara, ¿por qué conmigo parece la reencarnación del Diablo?
La chica del cabello alborotado se sienta sobre el sillón desorientada, tiene el rímel corrido y la misma cara devastada que yo, pero solo me sonríe, asiente y sale por la puerta con rapidez.
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Indeleble [+18] [Libro 1 de la Bilogía Artes] DISPONIBLE EN LIBRERÍAS
RomansaCOMPLETA Ella ama el ballet. Él ama los tatuajes. Ambos son distintos, ambos son precisos, sin embargo, la perfección no es siempre sinónimo de felicidad. Niza comienza a trabajar en Ink the Mind buscando una solución a su problema: no ser expuls...