41| Écarté.

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Niza

Sacudo el paraguas sobre el pasillo cuando entro a mi dormitorio.

Tengo la lluvia pegada a los huesos y el frío del viento anclado a la piel, erizándome cada vello, pero consigo templarme lo suficiente. Afuera ruge una lluvia pesada, pero al menos los chicos en Ink the Mind prometieron estar en el recital.

Las lluvias de octubre son siempre gélidas para anunciar la llegada del invierno.

Me quito los zapatos de deporte y voy directo al baño. Estoy corta de tiempo, tengo solo lo justo para asearme, vestirme y maquillarme antes del tan esperado evento. Mientras me ducho, caigo en cuenta de que por fin he llegado a este momento, el que tanto anhelaba, y no siento una pizca de la emoción o entusiasmo que siempre pensé me asaltaría.

Supongo que, luego de los últimos sucesos, las cosas no son como siempre creí que serían.

Ya no siento nervios por la presentación, ni tampoco expectativa por colocarme bajo el escrutinio de jueces igual de escépticos y amargados que Winslet. Mientras salgo de la regadera y me envuelvo en una toalla, llego a la conclusión de que tal vez ACA ya no representa para mí ese sueño hecho realidad que siempre creí y que no es la cúspide de mi carrera, sino solo un duro inicio.

Me visto con medias, leotardo y short deportivo en silencio. Después, sigo la misma rutina que he cumplido diligentemente por años: me siento frente al espejo, seco mi cabello y aplasto todos mis rizos en un pulcro moño que los mantiene domados. Encajo la peineta con pequeños diamantes falsos para finalizar. Me maquillo en silencio y cuando termino, sigo sin reconocerme.

Antes me gustaba esta apariencia en mí, me hacía sentir impoluta, inalcanzable; la materialización de la perfección. Ahora, solo me recuerda a la Niza rígida y gris que una vez fui. Ya no me agrada esta imagen, me queda demasiado pequeña.

Tomo las zapatillas de deporte justo en el momento en que tocan a la puerta. Me acerco sin prisa y Diane me echa los brazos al cuello apenas abro.

—¡Estamos listos!—chilla emocionada tomándome de los hombros, con sus ojos verdes chispeando del entusiasmo—. Estamos listas para verte tomar ese escenario y hacerlo tuyo.

Noto que Orena me sonríe satisfecha desde el umbral acompañada de un Helios que parece más perdido que una oveja sin su rebaño.

—¿Por qué están aquí? Creí que los vería en el recital.

—¿Disculpa? Estamos celebrando—la morena alza una botella de champán.

—¿Qué cosa?

—Primero déjanos pasar, por poco tomamos una canoa en lugar del auto para llegar—Diane se arregla la coleta que sostiene su lacio cabello castaño y entra seguida por Orena y su novio.

Sonrío apenas veo a mis dos amigas acompañándome.

—Eso no habría pasado si me hubieran esperado en el auditorio.

—Pero entonces nos habríamos perdido el espectáculo—rebate alarmada la castaña, arreglándose la falda a cuadros que lleva a juego con una blusa negra.

Hago una mueca, descolocada.

—¿Cuál espectáculo? No las entiendo.

Intercambian una mirada cómplice que no se esfuerzan por disimular.

—Tú solo relájate y disfruta—me aconseja Orena dejando la botella en la mesa de centro.

Sigo sin comprender, pero lo dejo pasar. Apoyo el cuerpo en el respaldo del sillón.

Indeleble [+18] [Libro 1 de la Bilogía Artes] DISPONIBLE EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora