XIX

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La primera vez que hablaron sobre ello, llovió.

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Cuando Harry golpeó la ventana a las dos en una lluviosa tarde de miércoles, Louis está ayudando a una chica de pelo rosa y una perforación en el tabique a localizar una novela de Anne Rice.

—¿Quién mierda es él? —La chica le pregunta, volteando su cabeza en dirección a Louis y mascando su chicle. Louis vagamente la reconoce por haberla ayudado a encontrar literatura clásica dos años atrás. Él está 98% seguro de que a ella le pareció genial "El Infierno de Dante".

Louis mira por sobre la parte superior de la cabeza de la muchacha a Harry, que ahora está llevando a cabo un golpe contra la ventana y sonriendo como un loco, el pequeño toldo proporcionando poca o ninguna protección contra la lluvia. Él tiene puestas una de sus incontables delgadas camisetas blancas, y, Cristo, Harry siempre es un indecente con sus estúpidos skinny jeans y camisas que dejan a la vista sus clavículas, pero está mojado ahora, absolutamente empapado, y la camisa está colgando sobre su vientre plano y a metros de distancia Louis puede ver los contornos de sus tatuajes oscuros. Hay asquerosas mariposas en el estómago de Louis.

—Sólo algún perdedor —le asegura y le entrega su cambio de tres libras y su muestra envuelta en papel de regalo, un moño, y un "por favor regrese otra vez". Es casi complaciente cuando ella le lanza una mirada de disgusto mientras él sostiene la puerta abierta para Harry, que se inclina hacia abajo para presionar un beso húmedo en la mejilla de Louis.

—Me das asco —le informa a Harry, sin rodeos, una vez que la puerta está cerrada y están a salvo del terrible tiempo y la terrible chica oportunista.

Harry no dice nada, sólo sonríe extra ancho, da un tirón a su beanie y sacude sus rizos como un perro. Louis deja escapar un grito cuando salta hacia atrás, protegiéndose a sí mismo con una copia de "El Manifiesto Comunista" que encuentra en una pila cerca.

—¿Qué estás haciendo aquí, sin embargo? —le pregunta, agachándose detrás del mostrador para recuperar uno de los seis suéteres que Nick dobla en el último cajón del archivador—. Pensé que querrías dormir hoy, después de anoche.

Harry, quien ha seguido a Louis al mostrador, levanta las cejas y se inclina sobre la mesa. —¿Estás diciendo que yo no podría lidiar con lo de noche? — pregunta, voz burlona y baja.

Louis se inclina también, por lo que hay menos de tres centímetros de espacio entre sus caras. —¿Qué pasaría si yo no pudiera?

Harry sonríe, se inclina aún más cerca para susurrarle al oído directamente. —Entonces no serías capaz de soportar esta noche —antes de que él se empuje a sí mismo por completo lejos del escritorio y de Louis, sonriendo ante la expresión de cervatillo asustado del muchacho de ojos azules. 

—Te odio —Louis se queja, y lanza el suéter en la cara de Harry. Él lo coge con una mano y se lo pone, riendo.

—Lo siento, amor. Sólo pensé que podría sorprenderte, ha pasado un tiempo desde que llegué a desmayarme al ver el tupé de Nick.

Es un miércoles, así que Nick no está aquí, y, además, Harry pasó la mitad de la jornada de ayer acurrucado en el sillón de lectura leyendo a Stephen King en voz alta y con acentos ridículos, cada vez más fuerte cuando Nick le pedía, amablemente, tranquilizarse.

Louis mira hacia afuera la lluvia que cae del cielo; ve a Harry de arriba a abajo. Su cara está de color rosa, como si él hubiera corrido una buena parte del camino hasta aquí, sus zapatos de deporte están desatados, y él está usando los mismos pantalones vaqueros de ayer. Louis sonríe a sabiendas, la realización tomando gran parte de sí mismo.

Another Hazy MayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora