CAPÍTULO 22

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—¿¡Lo sabías!?

Exclamé con terror, ganándome varias miradas de mi equipo y del contrario. ¿Me importó? Claro que no. Me sentía atacado y nervioso, con un pensamiento principal que me decía que huyera de ahí. Que Tsukishima supiera quién era la persona que me gustaba se sentía peor que un golpe en cualquier parte de mi cuerpo.

Mi corazón comenzó a latir rápidamente y mi mente quedó en blanco, la ansiedad comenzó a brotar y pensé realmente en salir corriendo. No quería que supiera, que fuera cualquier persona excepto él.

—Claro que sí. ¿Tú no?

Lo miré con horror.

—Ya no entiendo de qué estamos hablando. —solté tontamente, intentando... ¿Cambiar de tema? Cielos, entré tanto en pánico que ni me di cuenta de lo que dije.

—Creo que me di cuenta de que te gustaba Hinata mucho antes que todos. Y eso te incluye a ti mismo.

—¿Por qué? —pregunté, en un hilito de voz.

Tsukishima soltó un suspiro, estirando sus piernas y apoyando sus manos contra el piso, sin apartar la vista del par frente a nosotros, aunque realmente alejados. Casi en el otro extremo del gimnasio.

—Bueno... Cambiabas por completo cuando estabas cerca de él e incluso sonreías por las estupideces que hacía, o sea todo el tiempo. Solo un tonto como Hinata no podría notar que le gustas. —explicó hablando lento.

Las palmas de mis manos picaron, instintivamente las rasqué con mis dedos. Incluso llegué a sentir mis uñas clavarse. —¿Y qué? ¿T-te molesta?

Me sorprendí a mí mismo cuando me di cuenta que le estaba preguntando a uno de mis mayores enemigos si le molestaba o no mi vida amorosa. Supongo que la ansiedad por saber qué pensará la sociedad de que me gusta un hombre está en sus límites.

—¿Acaso te importa lo que a mí me molesta ahora, Kageyama? Vaya, sí que el amor te ha cambiado.

No pude evitar rodar los ojos, sintiendo todo mi sistema volver a calmarse.

Tsukishima era un idiota, pero supongo que realmente servía para algunas cosas.

—Si te gusta... Ve por él. No seas un cobarde.

—¿Lo dices por alguien en específico? —pregunté con una ceja alzada y una sonrisa ladina, ya por fin sintiendo mi corazón volver a latir normalmente. El rubio me miró con mala cara y rodó los ojos, para luego dirigir su vista a su mejor amigo.

—No empieces con tus estupideces, rey idiota.

—¡Oh vamos! —exclamé con diversión. —¡Se nota a kilómetros!

—Ahora creo recordar por qué te odio... —murmuró con falsa molestia.

Reí—. De todos modos, tú también deberías seguir tus propios consejos.

—¡Tsukki!

Los dos alzamos la vista al escuchar la voz del capitán de Nekoma.

—¿¡Qué haces ahí!? ¡Empieza a entrar en calor! —exclamó como si fuese un padre enojado. —¡Y tú también, Kageyama! —lo miré con sorpresa. No pensé que Kuroo sabría mi nombre.

—¿¡Cómo que no están entrando en calor!? — Por otro lado, Ukai gritó molesto. —¿¡Acaso no quieren jugar!? ¡No tengo problema en poner a Sugawara y a Narita en sus lugares! 

Soltamos un suspiro a la vez y nos levantamos.

—¡Tsukki, ven aquí! —Kuroo volvió a gritar.

—Tiene que dejar de llamarme así... —murmuró el rubio comenzando a alejarse de mí.

Mordí mi lengua suavemente e hice una mueca. Tenía que agradecerle a Tsukishima por lo que hizo... Aunque en realidad fue nada pero me sirvió su... intento de amabilidad. Y claro, su consejo.

—¡Tsukishima! —exclamé, haciendo que él se diese vuelta.

—¿Qué?

—Gracias... por el consejo.

Hizo una mueca de asco—. No creas que por esto nos llevaremos bien, rey. Recuerda que tú estás en el trono y yo soy un simple súbdito. 

Rodé los ojos y él se limitó a soltar una risa para comenzar a alejarse.

Vaya, jamás pensé que lograría tener una conversación con Tsukishima sin pelear. Probablemente tiemble. 

Crónicas de un Kageyama Confundido | KagehinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora