CAPÍTULO 25

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Las dos y media de la tarde se marcaron en el reloj.

Estaba emocionado, sintiendo la felicidad corriendo por mis venas. Hoy tomaría de la mano a Hinata, quizás podría abrazarlo y todo. Con suerte, podría dejar un beso en su mejilla. Sé que la pasaríamos bien. Me sentía seguro de mí mismo.

Caminé, cargando un pequeño bolso con comida que había robado de la cocina para hacer un pequeño picnic en uno de los parques cerca de aquí que Nishinoya me había dicho que podríamos ir. Había planeado una tarde excelente, por más de que Hinata tuviera planes.

Tomé asiento en la banca y miré el horizonte. Tokio era realmente lindo, aunque solo pudiese ver unas cuantas casas y los autos pasar. El ambiente se sentía increíble, todo saldría bien. Hoy sería un día memorable.

El reloj de mi teléfono marcó las dos y cuarenta y cuatro. Sentía mucha ansiedad.

Pensé en Nishinoya y Asahi. Los dos mayores estaban haciendo quién-sabe-qué para distraer a Suga y a Daichi. Nadie sabía de esto y por eso mismo estaba cómodo. Aunque claro, los nervios por tener a Hinata solo para mí el día de hoy le ganaban a cualquier sentimiento.

Miré mi ropa por novena vez en la tarde: Iba vestido informal, no quería estar tan arreglado para Hinata. Tampoco como si fuésemos a ir a un restaurante. Me había decidido por llevar puesta una camiseta blanca con unos pantalones cortos. Hacía mucho calor.

Dos y cincuenta y cinco. Llegué a pensar que Hinata era impuntual para todo excepto para los entrenamientos.

Cuando el reloj marcó las tres, intenté ser positivo. Probablemente se encontraba pensando cómo vestirse y repasando su plan para hoy. Después de todo, lo conocía. Ignoré los pensamientos negativos de mi cabeza, los cuales me decían que no vendría porque había encontrado a alguien mucho más interesante que yo y que me quedaría solo toda la tarde. Sé que Hinata no haría eso.

Tres y media. Comenzaba a impacientarme. ¿Debería llamarlo?

Tres y cincuenta y cinco. Quizás Daichi y Suga lo habían pillado intentando escaparse pero sé que lo resolvería. Siempre lo hacía.

Cuatro de la tarde. Una hora de retraso. ¿Quizás se había quedado dormido?

Sentí mis ojos picar cuando miré la hora por última vez: Cuatro y cuarenta y cinco. Era obvio que ya no vendría. Hinata, seguramente, se había olvidado de nuestra salida y por eso no estaba aquí. Me volví a sentar en la banca (Me había parado porque estaba nervioso y cada dos segundos miraba si venía o no) y dejé el bolso a mi lado.

Clavé la vista en el suelo y apreté mis puños. No quería llorar, realmente no quería. ¿Por qué derramar mis lágrimas por algo tan tonto como una salida? Quizás porque me había esmerado tanto en crear un plan, vestirme bien y traer comida que no podía aceptar el hecho de que Hinata no estaba tan interesado en mí como para venir.

Por un momento me sentí un iluso. Alguien que jamás tendría oportunidad con Hinata y al que le habían dejado en claro eso. Porque si Hinata tuviese algún tipo de sentimiento como los que yo tengo... Él habría venido y ya estaríamos paseando por todos lados, quizás tomados de la mano. Pero no era así; yo estaba solo, sentado en una banca al rayo del sol, con comida a mi lado.

¿Realmente había creído que alguien como él me daría una oportunidad? Era estúpido. Me sentía un estúpido. No estaba al nivel de Hinata, probablemente ni siquiera le gustaban los chicos... Fue imposible no comenzar a llorar lo más bajito posible. Me dolía el pecho al igual que las palmas de mis manos.

Quería volver a casa con mamá y Miwa. Llorar en los brazos de ellas y aceptar que jamás tendría un futuro con él. Por primera vez en mi vida, mi corazón se había hecho pedazos. Estaba desilusionado, triste y adolorido. Mi cabeza no dejaba de repetirme lo tonto que era y también lo ridículo que podría llegar a ser. Recuerdos de Hinata venían hacia mí, la mayoría de ellos con Kenma a su lado.

Él si era interesante. Era bueno en los juegos y no lo trataba tan mal como yo lo hacía. Kenma lo escuchaba y parecía divertirse a su lado. ¿Yo que tenía? Nada, no merecía a Hinata y eso me hacía sentir más triste de lo que estaba. ¿Qué hubiese pasado si no lo hubiese ignorado en un principio? ¿Estaría aquí conmigo?

Me sentía tan tonto por llorar pero se me hacía imposible. No podía parar y aunque no era un llanto tan grande y exagerado, eso no evitaba que las lágrimas comenzaran a caer sobre mis piernas.

Qué tonto fue de mi parte pensar en él como algo más que amigos. Yo no le interesaba a Hinata y lo entendía. Era aburrido e idiota. Quizás yo debía sentir lo mismo que él: indiferencia a una simple amistad. Porque lo único que nos unía sentimentalmente era el cariño que teníamos como amigos. Nada más, eso sería algo que nunca cambiaría.

—¿Así que el enano te dejó plantado? 

Crónicas de un Kageyama Confundido | KagehinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora