CAPÍTULO 47

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Nos encontrábamos caminando tomados de las manos. Hinata había sido quien había tomado la iniciativa y le agradecí por eso en silencio. Ya me estaba comenzando a sentir nervioso y no sabía cómo actuar, así que, que el pelinaranja actuara tranquilo y tomara la iniciativa en varias cosas, me ayudaba muchísimo.

En serio creía que iba a vomitar.

Nunca me había sentido tan nervioso en mi vida.

Era obvio que Hinata estaba tranquilo. Él no sabía qué es lo que iba a pasar.

Pero yo sí. Y eso hacía que mi ansiedad tocara las nubes.

Intenté pensar de manera positiva, concentrándome en que Hinata correspondía mis sentimientos y por lo tanto, aceptaría ser mi novio. Todo sería fácil, nada podría salir mal.

—¿Por qué estás tan nervioso? —preguntó Hinata sin expresión en su rostro, jalando mi mano para llamar mi atención.

Sonreí—. No estoy nervioso.

—Sí lo estás. —me miró obvio—. Estás más callado de lo normal y estás apretando mi mano. ¿Qué pasa?

—Solo estoy nervioso porque es nuestra segunda cita. —mentí, mirando al frente.

—No es nuestra boda ni nada por el estilo, Tobio, simplemente estamos saliendo.

—¿Por qué me dices Tobio? —fruncí mi ceño, intentando cambiar de tema.

—¿Porque ese es tu nombre?

—Sí, pero sueles llamarme por mi apellido.

—Bueno... Es que mis padres se llaman por sus nombres y tú y yo somos como novios, así que pensé que llamarte por tu nombre sería... lindo. —se encogió de hombros. —¿No te gusta que te diga Tobio?

Negué—. No, no. Es lindo.

—Tú puedes llamarme Shoyo, si quieres.

—¿En serio? —pregunté con sorpresa.

El asintió y rápidamente se puso de puntas para darme un beso.

Sonreí.

—Shoyo.

—¿Sí?

—Eres muy lindo.

Seguimos caminando. Hinata hablaba y yo de vez en cuando acotaba para dejar en claro que estaba prestándole atención. No pasó nada interesante en el camino, aunque seguía sintiéndome ansioso.

Cuando llegamos al lugar donde sería nuestra cita, Hinata me miró sorprendido.

—¿Aquí es?

Asentí soltando una risa.

El árbol en el que siempre solíamos sentarnos después de entrenar, estaba lleno de luces color amarillo. Abajo de este había un pequeño picnic que especialmente había preparado junto la ayuda de mi madre. Por último, una pelota de voley descansaba al lado de la manta donde nos sentaríamos. Como era de noche, las luces resaltaban. Algunas caían para iluminar por completo el lugar donde comeríamos. Se veía perfecto, justo como lo había imaginado.

—¿Hiciste todo esto por mí? —preguntó, mirándome enternecido. Asentí.

—¿Te gusta?

—¡Claro que sí! —exclamó, lanzándose hacia mí. Sonreí. —¿¡Qué clase de preguntas son esas, tonto!? ¡Me encanta! —besó mi rostro varias veces.

—Me alegra que te haya gustado. —dije cuando se separó de mí—. Temía que no.

—Dios mío, ¿Qué cosas piensas?

—Preparé muchas cosas para hacer pero me preguntaba qué es lo que querías hacer tú.

—Bueno... —dijo, pasando sus brazos por mi nuca y mirándome—. No he almorzado y vi una canasta...

—¿Por qué no? —fruncí mi ceño.

—Los nervios por hoy.

—¿En serio? —pregunté con sorpresa.

Simplemente se encogió de hombros.

Suspiré—. Traje mucha comida, así que permítete comer todo lo que quieras.

Se alejó de mí y tomó mi mano, comenzando a caminar hacia el picnic—. Claro que lo haré. —sonrió—. Por alguna razón, ¿tú estás en la lista de comida?

Mis mejillas ardieron y solté una risa, nervioso—. Ya cállate.

Hinata simplemente rio.

Crónicas de un Kageyama Confundido | KagehinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora