CAPÍTULO 23

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El partido, para mi sorpresa, fue un éxito.

Pude armar bien, aunque no le pase mucho la pelota a Hinata para que rematara. Me ponía nervioso incluso verlo y como sabía que eso podría afectar negativamente a nuestro equipo, deje la mayoría de los remates a disposición de Tanaka y Asahi, algunas veces a Daichi pero muy pocas. Dos, como máximo.

¿Y quién ganó al final? Nekoma. No pudimos vencer, esta vez, la increíble inteligencia de Kenma y los bloqueos de Kuroo; quien no perdía la oportunidad de sonreírme extrañamente cada vez que cruzábamos miradas por la red.

¿Qué pasó con Hinata? No parecía muy afectado por no haber rematado muchas veces en el partido, cuando apenas terminó; casi que corrió al otro equipo para hablar animadamente con Lev, alagar a Inuoka y hablarle a Kenma sobre cómo jugó tan bien y todo eso.

Los partidos comenzaron a ser de práctica pero yo seguía sin comunicarme mucho con Hinata. Las seis de la tarde se hicieron y fue el momento justo para que nuestros entrenadores, Nekomata y Ukai, pararan todo. Nos mandaron a asearnos, comer y dormir. Mañana tendríamos que viajar, ya que para nuestra mala suerte, Nekoma estaba tan ocupado con tantos partidos de otras escuelas que solo tenían un día disponible y habían decidido gastarlo en partidos con su viejo rival.

—Mañana es tu cita con Hinata. ¿Emocionado? —preguntó Nishinoya mientras volvíamos de camino a nuestros cuartos. Ya habíamos terminado de asearnos.

Me encogí de hombros—. Espero que se acuerde.

—¡Claro que lo hará! Seguramente está igual de emocionado que tú.

—Yo no estoy emocionado... —murmuré, parando enfrente de la puerta de mi cuarto. La habitación de los de segundo año quedaba a unos cuantos pasos más allá.

—¡Claro que lo estás! Se te nota en la cara. —me dio un golpecito en el hombro.

Terminé soltando una risa.

—Buenas noches, Kageyama. Piensa en él antes de dormir, ¿sí? Te servirá.

Intenté descifrar algún chiste de mal gusto en su oración, pero su mirada y su sonrisa demostraban la completa inocencia en sus palabras. Asentí.

—Buenas noches, Nishinoya.

Cuando el mayor comenzó a alejarse, me permití suspirar y abrir la puerta. Para mi obvia suerte, Hinata y yo compartíamos el mismo cuarto por ir al mismo salón. La habitación estaba oscura, probablemente porque la mayoría de ellos ya estaban durmiendo; después de todo, había sido un día cansador.

Busqué entre la oscuridad a Hinata. Dormía plácidamente en su futón, al lado del mío. Sonreí, caminando en el mayor silencio hasta llegar a mi lugar y ponerme de cuclillas para observarlo un rato. La luz de la luna iluminaba tan solo un poco nuestro cuarto, pero era suficiente para mí.

Su boca entreabierta, sus ojos cerrados y su cabello hecho un desastre. Lucía tan lindo y tranquilo, pensé inconscientemente que podría quedarme toda la noche viéndolo. Era tan bonito que me daban ganas de dejarle miles de besos en sus mejillas.

Acomodé la manta sobre su cuerpo, tapándolo lo suficiente como para que no sintiera tanto frío debido al aire que entraba por la ventana. Me acosté a su lado (en mi futón, cabe aclarar) y miré al techo, cruzando mis manos encima de mi estómago y sin dejar de sonreír, cerré los ojos. Tomaría en cuenta lo que me había dicho Nishinoya.

Hinata me gustaba. Tenía tanta suerte de que mi corazón eligiera a un chico tan perfecto y carismático como él para darle todo mi amor. Pensé en que quería tener una vida a su lado: ver todas sus formas de ser y amar cada una de ellas, sentir el orgullo de tomarlo de la mano en la calle y poder besarlo. Ansiaba, con cada parte de mi alma, poder tocar sus labios con los míos. Seguramente debía sentirse como besar al cielo propio.

Mi vida era aburrida antes de que él llegara y ahora todo parecía tener color. La tonalidad de mis días se basaba en ser azul, blanca y negra pero ahora, con ese pelirrojo energético y alegre a mi lado, podía ver todos los colores que existían. Era una sensación cálida en mi pecho que nunca olvidaría, sabía que Hinata me hacía bien y yo también quería hacerlo.

Quiero ser la razón de sus sonrisas, el porqué de sus suspiros. Quisiera ser la persona que está en su cabeza todo el día. Cielos, incluso quiero aparecer en sus sueños.

Abrazarlo, besarlo, mimarlo... Sonaba una idea tan buena en mi cabeza. Podría decirle cuánto lo amaba siempre y también hacerlo sentir como si fuera un príncipe. Podría darle todo de mí para complacerlo.

Miré a mi costado, encontrándome con su bonito rostro.

Aquellas mejillas tan lindas, creadas especialmente para ser besadas... Los párpados de sus ojos y sus pestañas, la punta de su nariz, sus labios, su mentón... Incluso las diminutas y casi inexistentes pecas que tenía sobre el puente de su nariz eran mis razones de amarlo. Cada parte de su cuerpo yo ya amaba. Me sentía enamorado y me gustaba la sensación, quería que Hinata sintiera lo mismo. Incluso le rogaba a quién sea que estuviese allá arriba para que el corazón de la persona que dormía frente a mí se acelerara tanto como él mío cuando lo veía.

Con esa imagen tan linda de Hinata y un sueño imposible de cumplir, terminé durmiéndome. Quizás nunca llegaría a tener nada con él, porque se sentía imposible estar con una persona tan hermosa como Hinata, pero el sueño siempre estaría ahí y no me molestaba, solamente con verlo me conformaba. 

Crónicas de un Kageyama Confundido | KagehinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora