Capitulo #24

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Cuando estoy entrando al salón de clases, Daniela y Brianda están sentadas en sus pupitres. No pienso hablarles, así que continúo con mi camino, pero entonces ellas se levantan, me hablan y caminan hacia mí. 

—Hola Cecy —saluda Brianda.

—Hola —digo sin verlas.

—¿Cómo estás? —me pregunta Daniela.

—No se ofendan —las miro—, pero no quiero hablar con ustedes.

—Queremos ser tus amigas, Cecy. —dice Brianda.

—¿Amigas? ¿Después de lo que me hicieron el viernes quieren ser mis amigas?

—Eso fue una broma, Cecy —dice Daniela.

—Sí, claro, como en la obra del año pasado, ¿verdad? Que tanto tú como Yulissa me sacaron de ella.

—Esa vez no te sacamos, te dimos otro papel, ya si tú no quisiste actuarlo, fue tu problema.

Ruedo los ojos.

—Pero ya, Cecy, eso ya pasó —dice Brianda—. Ahora queremos hacer las paces contigo y seguir siendo amigas como antes.

—Después de lo que hicieron, no lo creo.

—Que fue una broma, ¡entiende! —vuelve a decir Daniela.

—Su “broma” me costó un 6. A pesar de todo fuimos amigas, ¿no? ¿Por qué lo hicieron entonces? ¿Fue por Alex? Porque ya sé que tú lo besaste, Daniela. Y que tú, Brianda, también lo besaste y hasta le propusiste ser tu novio.

Brianda rueda los ojos —A mí el cabeza de astronauta no me gusta, Cecy.

—¿Entonces? ¿Por qué le propusiste eso? ¿Solo por molestarme a mí?

—Pues sí, eso sí.

—¿Yo qué te hice, Brianda?

—Eres la niña con la vida perfecta, Cecy.

—¿De qué hablas? Yo para nada tengo una vida perfecta, Brianda.

—Decir eso no te queda, Cecy —dice Daniela—. Tú vives en una casa muy grande, tu familia es de dinero, no tienes qué limpiar tu casa, no tienes por qué preocuparte de nada, no tienes qué cuidar a tus hermanos y tus papás no te gritan de todo.

—Y tienes a tus padres juntos —dice Brianda—. Tu papa te quiere, lo miras siempre y te trae cosas nuevas, y tu mamá no está enferma como la mía.

—No tienes por qué preocuparte de las cosas que te piden en la escuela porque tú lo tienes todo, a ti te compran todo nuevo —dice Daniela.

—Okay, yo no paso por los mismos problemas que ustedes sí, pero eso no quiere decir que mi vida sea perfecta. La mitad de lo que dijeron no es cierto.

—¡No seas mentirosa! —dice Brianda—. Las cosas son así y lo sabes bien.

Doy un gran suspiro... —Mi papá trabaja en Estados Unidos, pero mi familia no es de dinero. No todo lo que me compran es nuevo, la mayoría, por no decir que toda la ropa que uso, es ropa que trae mi papá en bolsas o cajas y es de segunda mano. Las bolsas que siempre traigo son de las que me ha regalado mi hermana o me las compra en el sobre ruedas, al igual que mi mochila. Mi casa es de dos pisos, pero no es propia, es rentada, ya que mi papá perdió la suya hace dos años por falta de pagos. Entre mi hermana y yo limpiamos mi casa. Mis padres legalmente siguen casados, pero ya no están juntos, duermen en habitaciones separadas. Y no, no veo a mi padre tan seguido, lo veo cada mes o dos meses. Mi hermana siempre me está regañando de todo y mi mamá igual. Ya que mencionamos a mi mamá, ella no me quiere, nunca tiene tiempo para mí y prácticamente siempre dice que ya no está para aguantar niños, y sí, ella también está enferma, desde que tengo memoria ha estado así. Así que no, mi vida no es perfecta. No puedo decir que mis problemas son más fuertes que los de ustedes o los suyos que los míos, pero igual sufro y tal vez no lo sabían porque a mí no me gusta decirle mis cosas a nadie, pero solo quiero aclararles que si el motivo por el que me odian es porque creen que tengo una vida perfecta, déjenme decirles que solo pierden su tiempo, porque no, mi vida no es para nada como se la imaginan. Tengo más problemas, cosas que me lastiman, cosas que he pasado que ni les pasa por la cabeza, entre ellos sus insultos, lo que me hicieron con la obra o lo que me hicieron el viernes o que todo el tiempo todos aquí me estén molestado. Siento mucho por los problemas que ustedes pasan. Sé que a ti, Daniela —la miro—, te duele que tus padres te maltraten y te exigan cuidar a tus hermanitos. Y a ti, Brianda —la veo—, te duele que tu papá se haya ido con otra mujer y que tu mamá esté en depresión. En verdad lo siento, pero yo no tengo la culpa de eso, así como ustedes no tienen la culpa de la vida que yo tengo. Así que no, niñas, yo no quiero ser su amiga. La gente mala y envidiosa no es buena, y ustedes son malas y muy envidiosas. Adiós —me voy, dejándolas con la palabra en la boca.

Mi Primer Amor©✔ Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora