Mi Primer Amor©✔ Libro 1

Capitulo #30

Dejo mis cosas en mi mesabanco y me voy a la tienda a apartar mi comida para el receso. Justo ahí me encuentro con Nidia.

—Hola Cecy —me sonríe.

—Hola —le sonrío igual.

—¿Y tu huevo?

—Se lo llevó Alex a su casa.

—Pero, ¿cómo puedes dejar que se lo lleve?

—Es su trabajo también.

—Sí, pero es que los niños no son responsables, Cecy,

—Alex sí lo es.

—Pero si tú hiciste todo el trabajo de hacer el huevo y la cuna, ¿no?

—Sí, pero yo lo hice porque quise hacerlo yo, no porque él no haya querido hacerlo, él sí quería.

—Cecy, ningún niño es responsable. Lo único que les importa es jugar fútbol y se les olvida todo.

—¿A poco tú no piensas dejar que Héctor se lleve el huevo a su casa?

—¡Claro que no! Yo hice todo el trabajo como para que a él se le caiga en un descuido.

—Pero es su trabajo también.

—Sí, pero prefiero cuidarlo yo para obtener un 10. Imagintate, dejo que Héctor se lo lleve y ya no me lo regresa.

—Lo bueno que Alex no es así. Él sí es un niño muy responsable.

Nidia rueda los ojos —Solo dices eso porque estás enamorada de él, Cecy.

—¿Y por qué crees que lo estoy?

Ella solo se ríe, pero dejamos de hablar, debido a que ya es nuestro turno de comprar. Nidia compró lo suyo, y yo hice mi apartado para el receso. Juntas regresamos al aula.

Ya hay varios niños y niñas adentro, incluido Alex, sentado en su banco. Pero hace algo que me parece gracioso y muy extraño; le está dando del biberón de juguete al huevo. Nidia se ríe.

—Eso es tan raro.

Yo solo río un poco y después voy directo con él —¿Qué estás haciendo?

Rápidamente deja de hacerlo y levanta su cabeza para verme —Ammm... Nada.

—¿Le estabas dando de comer al huevo?

—No, para nada.

—¡Ay, Alex! Yo te vi.

—Bueno... Solo jugaba.

Sonrío —Qué bonito y tierno te mirabas.

Me sonríe igual —Tú me ganas.

—Es que si te hubieras visto, no dirías eso —río.

—Ay, ya —ríe, pero avergonzado.

Yo río un poco más fuerte.

—Buenos días, niños —entra el profesor—. Tomen su lugar.

Me voy a sentar a mi lugar mientras la clase comienza.

—Oye, Cecilia —me dice Adrián, el niño que se sienta detrás de mí.

Me giro a verlo —No me digas así.

—Lo siento. Solo quiero preguntarte si tienes algún lápiz que me prestes.

—Yo no presto nada.

—Ya entiendo por qué caes mal. —rueda los ojos.

—Piensa lo que quieras, Adrián. —le doy la espalda otra vez.