Arizona
Nuestro beso rápidamente subió de tono. Callie me colocó sobre ella, dejando mis piernas a cada lado de su cintura.Comencé nuevamente a moverme en círculos sobre ella, solo burlándome.
— Te lo dije— susurró con una sonrisa pícara.
Callie comenzó a subir mi blusa de a poco, dejándome solo en sostén. Rápidamente tomé su blusa e hice lo mismo.
Ambas sonreímos.
— Si no quieres hacerlo podemos...
Tomé sus labios en un apasionado beso.
— Quiero hacerlo— susurré en su oído— ¿Tú quieres?
Asintió.
Comencé a pasar mis manos por sobre sus hombros, hasta las tiras de su sostén, comenzando a bajarlas.
Callie dejó caer su rostro hacia atrás, permitiéndome más acceso.
Besé su cuello y mandíbula mientras mis manos viajaban por su espalda, desabrochando su sostén.
En cuanto sus pechos quedaron libres, mordí mi labio inferior, ansiosa por besarlos.
Pero antes, quité sus pantalones.
— Tengo una linda vista desde aquí— sonreí.
Besé nuevamente sus labios con deseo, comencé a bajar hasta su cuello y clavícula, dejando algunas mordidas. Seguí descendiendo hasta llegar a su pechos, besando a los costados.
Callie gimió en cuanto mi lengua llegó al punto sensible de su pecho.
Mis manos rápidamente amasaron su pecho derecho, mientras mi boca trabajaba en el izquierdo.
— Arizona— gimió.
Tiré apenas de su pezon entre mis dientes, procurando no dañarla.
— Por favor— jadeó.
— ¿Por favor qué?— me acerqué a su rostro.
— Te necesito allí abajo— suplicó.
Deposité un pequeño beso en su labios, para luego bajar hasta su abdomen, dejando besos húmedos en el.
Retiré lentamente sus bragas y la observé, esperando una respuesta positiva.
— Hazlo...— susurró.
Pasé mi lengua por toda la extensión de su intimidad, haciendo que esta dejara escapar un gran gemido.
Comencé a hacer círculos en su clítoris con mi lengua, mientras mis manos sostenían sus piernas firmemente.
Callie sujetó mi cabeza entre sus manos, mientras gemía.
Una de mis manos comenzó hacer círculos en su entrada, mientras mi lengua cada vez se movía más rápido.
La morena gimió fuertemente, dejándome ver que había llegado a su primero orgasmo.
Al instante introduje dos de mis dedos en ella, comenzando a moverlos lentamente.
— Más rápido— suplico entre gemidos.
¿Y cómo desobedecer a tremendo pedido?