Calliope
El viaje de fin de curso terminó, todos habíamos vuelto a casa. Arizona había estado realmente rara los últimos días, como si algo le hubiera molestado.Al llegar a casa fui recibida por mi padre, el cual estaba contento de contarme que por fin podría comenzar a trabajar con él.
Me pidió que festejáramos y no pude negarme, realmente estaba feliz. Tomé mi móvil y me decidí a llamar a mi novia.
El buzón de voz me dió al instante. No quería parecer intensa pero ya la extrañaba más que a nadie.
— Pediré pizza— comentó mi padre— ¿Llamaste a Arizona para que festeje con nosotros?
— Eso intento— susurré.
— Ay por favor Calliope, vive frente a nosotros— rio.
— No quiero parecer intensa...
— Ustedes dos son las personas más intensas que conozco, no se separan ni por un segundo...
No podía negar lo obvio, claro que estaba todo el día con ella... Era la única persona que me comprendía al cien por ciento.
Ella es mi mejor amiga, mi novia, mi persona y todo en una sola persona.
"No sé describir bien lo que se siente ser correspondida, es una especie de tranquilidad condimentada con mucho miedo, porque parece que algo tan perfecto está todo el tiempo a punto de explotar."
- Cielo Latini
— Bien, iré a por ella
Tomé mis cosas y salí de casa, esperando poder reencontrarme con mi chica.
Crucé la calle hasta llegar a su casa y toqué su puerta con felicidad.
— ¡Callie!— sonrió Bárbara— ¿Cómo estás?
— Bien ¿Y usted?— la saludé.
La Sra. Robbins frunció el ceño confundida, ¿esto tendrá que ver con el comportamiento extraño de la rubia?
— Creo que buscas a Arizona, ¿no?
Asentí.
— Ella está en su cuarto, pasa.
Al entrar en la casa de los Robbins pude notar muchas cosas fuera de su lugar. No le di mayor importancia y subí hasta la habitación de Arizona.
Toqué su puerta dos veces.
— ¡Ya vete mamá!— dijo en un grito ahogado.
Parecía haber estado llorando o estarlo.
— Soy muy joven para ser tu madre— susurré y entré a su cuarto.
Arizona al instante me observó, sus ojos estaban hinchados y su nariz estaba roja, parecía destruida.
Hace mucho tiempo que no la veía de esa manera, tan... ¿dolida?
— Cariño... ¿Qué ocurre?— me acerqué a ella— ¿Por qué lloras?— me senté a su lado.
Arizona negó, intentando tapar su rostro.
— Pequeña ¿que ocurre?
La rubia prácticamente saltó sobre mi, abrazándome fuerte.