Calliope
Los últimos días fueron difíciles, Arizona me ignoró completamente.Aunque volvió al grupo.
Me había dedicado en el último tiempo a organizar su fiesta, se suponía que Bárbara y Daniel la llevarían al cine mientras nosotros organizábamos su casa.
Entre todos habíamos comprado varios regalos para ella, se los entregaríamos luego de tocara media noche.
Compramos botellas de alcohol y comida.
Iba a ser una muy buena fiesta, a la que claramente no asistiría.
¿Por qué?
Es más que sabido que Arizona prácticamente me odia, no quiero arruinar esto.
En este momento me encuentro en su casa, comandando la "misión" para que todo salga como se espera y más que nada, como quiero.
— ¡Mark deja de jugar con los trofeos de la rubia!— gritó Addison
— Tiene demasiados...
Me acerqué al estante y definitivamente, tenía muchos.
— ¿De qué son?— preguntó Cristina
— Competiciones, Arizona antes bailaba— contesté por inercia
— Si que sabes mucho sobre la rubia— susurró Lexie
— Pues si, debe saber mucho de la chica que le gusta— dijo Addison mientras reía
— ¡Addison!— grité y le proporcioné un golpe en el brazo
Todos comenzaron a gritar, festejando y entregándose billetes entre ellos.
— ¡Todos me deben cincuenta dólares!— festejó Addison— Les dije que estaba enamorada
— ¡Joder! ¿Has apostado por mi?— grité nuevamente— Te detesto
— Con esto te compraré algo lindo para que me perdones— rió maliciosa
— Ya— aplaudí— Debemos terminar con esto
Todos nos repartimos por distintos lugares de la casa, escondimos los regalos ya que le haríamos una búsqueda del tesoro o más bien, una búsqueda de sus regalos.
Arreglamos todo lo que necesitábamos y solo nos quedaba esperar.
— Debo irme— tomé mis cosas
— Callie, quédate...— pidió April
— No quiero molestar— sonreí apenas
— No lo haces, has organizado toda su fiesta, créeme que estará agradecida— agregó Addison
— Ni se les ocurra decirle sobre esto, ustedes organizaron la fiesta, no yo— levanté mi dedo, amenazando.
— No voy a mentirle— gritó Addison
— Solo oculta la información Addison— bufé ya molesta
— ¡Ni se te ocurra irte!— dijo molesta
— Adiós— sonreí abriendo la puerta— Diviértanse— susurré y salí de la casa sin mirar atrás.
Llegué a casa, silenciosamente dejé mis cosas en el sofá.
— ¡Hija!— gritó mi padre feliz— ¿Cómo estás?
Negué con la cabeza triste.
— ¿Penelope?— frunció el ceño
— He terminado con ella— susurré
— Oh... Y ¿por eso estás triste?— me observó atentamente