Capitulo 17.2: El mejor regalo de cumpleaños.

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Seguí a Brooklyn por la habitación mientras era arrastrada por esa chica asiática, algo raro ya que ellas no parecían ser amigas

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Seguí a Brooklyn por la habitación mientras era arrastrada por esa chica asiática, algo raro ya que ellas no parecían ser amigas. Al llegar al otro lado, Hwasa se puso delante de Brook, impidiéndonos ver lo que había detrás de ella. Brooklyn la empujó a un lado, así que tenía una visión clara de lo que tan desesperadamente necesitaba ver. Mis ojos casi se salieron de sus órbitas al ver a Taehyung y una chica besándose. Al principio no sabía quién era, pero cuando alcancé a ver su rostro al instante me acordé de la chica que estaba en su coche ese día en Starbucks, la amiga de Brooklyn.

Me tomó un minuto para mirar a Brooke. Las lágrimas ya caían en cascada por sus mejillas y su boca estaba abierta como si acabara de ver a un monstruo.—¿Qué demonios?—Ella gritó y yo admiraba su capacidad para maldecir en circunstancias como esas.

La "pareja" se rompió y la miraron desconcertados.—Bella yo... —Trató de hablar.

—No—Ella gruñó y levantó su dedo índice. Era suficiente para él para cerrar su estúpida boca y la dejara en paz. Me tomó toda la fuerza en mí para no romper su maldita nariz allí mismo, pero el hecho de que Brooklyn corrió fuera de la habitación me distrajo y la seguí. Hwasa comenzó inmediatamente a regañarlos y Taehyung parecía afligido, la perra miró triunfante. Negué con la cabeza y corrí tras Brooklyn. Ella había salido a una de las inmensas terrazas del edificio.

—¡Brooklyn! ¡Brook! Para—La llamé hasta que llegó a su fin. Ella se hundió en el suelo, llorando a lágrima viva. —No, no, ven aquí—La puse de nuevo en pie para que su vestido no se ensuciara. Apuesto a que en cualquier otra situación se preocuparía por eso.

La tuve entre mis brazos por un momento, sin saber exactamente lo que debía hacer, así que sólo le acaricié la espalda de una manera suave, esperando que se calmara. Cuando ella dejó de llorar, ella me miró. Le sequé las mejillas manchadas de lágrimas con mis pulgares. Me hizo sentir mal verla llorar por un idiota que no valía la pena.

Sorbió en silencio y me llevó a un banco que estaba a unos metros de distancia de nosotros. Se sentó y me abrazó.

—¿Tienes frío? Debemos volver a entrar—Señalé con el pulgar hacia atrás en las puertas de cristal refiriéndome a la sala de fiestas. ¿Qué se supone que debía hacer en una situación como esta? No tengo ni idea.

—No, yo no quiero ir allí—Corrió sus dedos por su pelo largo enderezándolo. El viento soplaba contra la falda de su vestido claro, un color que se adapta a su tono de piel. Ella se veía hermosa, aunque dudaba de la comodidad de los tacones pintados de color dorado. Incluso con ellos, ella todavía era más baja que yo y, por alguna razón, eso me gustó.

—No pienses en ello, él es un idiota que no merece tus lágrimas. Eres demasiado buena para él, princesa—Me sorprendió cuán sincero mi voz salió y le hice romper una pequeña sonrisa.

—¿De verdad lo crees?—Ella preguntó a través de sus largas pestañas -cuya composición había sobrevivido milagrosamente a la mar de lágrimas- mordiéndose el labio.                   

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