—Está bien, chicos. ¡Hemos terminado, pueden ir a cambiarse!—Les grité sobre el sonido de las pelotas de baloncesto rebotando contra el suelo. Los niños recogieron el material y se alejaron a trote a los vestuarios. Cogí una pelota perdida y la lancé a la cesta. Eché unos cuantos tiros, pero de golpe lo tuve difícil al tener que entrecerrando los ojos contra la cegadora luz solar de agosto.
La escuela en la que trabajaba estaba en el humilde Manhattan. No era tan elegante como la de Brooklyn, pero era mejor que la escuela a la que había asistido cuando era adolescente. Estaba entrenando un equipo de chicos de doce años todas las tardes de lunes a Viernes y el sueldo no estaba nada mal. Incluso me dejaban usar la oficina junto a los vestuarios para guardar mis cosas. El wifi estaba apagado en verano, lo que apestaba, pero al menos podía tomar una ducha todos los días después del entrenamento. Empecé a estar agradecido por eso después de la primera vez que experimenté lo que era correr durante dos horas, gritando órdenes a los niños con la resistencia de un corredor olímpico a 90 grados en el patio de una escuela en el centro de la ciudad de Nueva York porque el gimnasio interior estaba cerrado por obras.
Me duché después de que todos los niños se hubieran ido y me vestí, sacudiendo la cabeza para sacar el agua de mi pelo. Fuera, en el aparcamiento estaba mi nuevo carro, esperándome. No lo podía llamar exactamente así porque por lo que sabía era más viejo que yo, pero lo había comprado con mi primer sueldo y eso me hizo sentir orgulloso. Tengo la intención de pintarlo desde que lo tuve, pero todavía era de un desvanecido, horrible color azul, con una anticuada raya marrón en el lateral. Esto no era nada en comparación con mi viejo Mustang naranja y negro, pero venía de dinero limpio; el dinero que había ganado yo.
Salté dentro de él y comencé el largo viaje hacia el Jacobi Medical Center en Bronx. Tenía una cita con el Dr. Holloway para un control regular sobre cómo estaba mi recuperación. Teniendo en cuenta que habían pasado tres meses sin problemas y había estado tomando mis medicamentos, supuse que sería la última vez que lo vería. Había crecido un extraño afecto en el doctor, aunque sigue siendo el sin emociones que usualmente él es.
La parte de no fumar había sido la más difícil de dejar, pero después de algunas semanas, las ansias me fueron más fáciles de manejar y ahora apenas me daba cuenta de los síntomas de abstinencia. A menos que alguien estuviera fumando justo en mi cara, los cuales si sabían lo que era bueno para ellos, tratarían de evitar. Substituir la nicotina me había llevado a comer cantidades impías de dulces: Twizzlers, Sour Patch Kids, Jelly Beans, Skittles, M&M ... básicamente todo lo alto en azúcar. Traté de compensarlo saliendo a correr todas las mañanas.
Coincidentemente, Samira acababa de dar a luz a su bebé el día antes, así que estaría matando dos pájaros de un tiro yendo al hospital. Encendí la radio de mierda del coche -que tendría que reemplazar- y bajé mi ventanilla ya que no tenía aire acondicionado y me ahogaba aquí dentro. Dudaba que me fuera a ayudar mucho teniendo en cuenta la calor de fuera, sin embargo.
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BRONX -JK
Fanfiction"Toda chica quiere un chico malo que la haga sentir bien." Escritora original: @stratfordssbabe Traductora: @skytofly