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Levanté el puño hacia atrás, listo para perforar al hijo de puta de nuevo cuando sentí a Brooklyn a mi lado diciendo que me detuviera.
—Jungkook, no vale la pena—Ella gritó sobre la música, aunque su voz sonaba como si estuviera a punto de llorar.
—Ella dice lo correcto tío, vamos—Namjoon se unió a ella tirando hacia atrás mis brazos para sacarme de allí. Si no hubiera nadie para detenerme, le habría matado con mis propias manos.
—Te voy a dejar ir esta vez, pero si alguna vez te veo cerca de mi novia otra vez, me aseguraré de que no respires en el momento en que termine contigo—Con una última mirada, dejé que me guiaran hacia el otro lado de la sala, dejándolo a él sangrando y a sus amigos estupefactos.
Una vez que estábamos a una distancia considerable, solté a Brooklyn y examiné su rostro, cuello y, básicamente, todas las partes de la piel que exponía a los ojos codiciosos de ese gilipollas. —¿Estás bien? ¿Te tocó o algo así?—Sentí mis manos formando puños a mis costados con sólo pensar en algún otro tipo poniendo un dedo en mi chica.
—Estoy bien, Jungkook. Llegaste justo a tiempo—Ella me tiró en un abrazo, sus brazos todavía temblando por el miedo. La abracé con fuerza mientras enterraba su cara en mi cuello, tratando de igualar el aliento.
—Vine tan pronto como Hwasa me lo hizo saber—Susurré con dulzura. —Ahora estás a salvo, cariño. Ese idiota no te va a molestar nunca más.
Ella se apartó un poco de mí, así sería capaz de mirarme a los ojos. —Me encanta cuando te conviertes en todo un protector—Sus labios se movieron hacia arriba en una pequeña sonrisa como la mía.
—Bien que quieres hacer porque yo no te voy a dejar fuera de mi vista esta noche—Murmuré contra sus labios antes de besarla dulcemente.
Ella se rió como una niña al oír eso. Ugh esta chica me hace un blandengue. —¿Todavía quieres que beber?—Le pregunté cuando vi que Namjoon y Hwasa ya estaban bebiendo y bailando con ellos las primeras notas de la camarilla de Kanye West, Big Sean y Jay Z.
—Por supuesto—Brook respondió asintiendo con la cabeza al compás. Habíamos escuchado la canción esta mañana mientras estábamos en el metro, por lo que debe haberla recordado.
La llevé hasta el final de la barra, todo el tiempo con mis brazos asegurados a su alrededor. —Dos cubalibres—Pedí, viendo como el hombre llenaba dos vasos rojas -no sé por qué son siempre de color rojo- con ron y coca-cola.
—Recuerda que debes cuidar mi licor en caso de que me vuelva loca—Brooklyn me recordó con una pequeña sonrisa. Sí, no la queremos borracha como la última vez, aunque debo admitir que fue divertido para ver.
—Por supuesto, princesa—Sonreí, entregándole una de los vasos. Hice que sus mejillas enrojecieran como siempre lo hacen cuando la llamo con apodos. Oh el efecto que tengo en esta chica.