Capitulo 6( Santa virgen de la putería).

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¡¿Que hace el aquí?!.

No encuentro una razón lógica o coherente ante tal situación, el no debería estar aquí en la puerta de mi casa, ni siquiera tenía el derecho de escribime..

(Número desconocido).
10:27

* Lo siento, no me encuentro
en casa.

Espero ansiosa su respuesta, la verdad no sabía que hacer o como lo alejaba de la puerta de mi casa. No quería verlo.

- Se que estás dentro..- lo escucho, del otro lado de la puerta.- Siento mucho hacerme comportado así, déjeme disculparme, señorita.

Aún me encontraba en ropa interior así que giro sobre mis talones para ir a mí habitación a ponerme una pijama. Ni crea el que le voy a abrir en estás fachas.

Al abrir la puerta de mi casa, su gran figura se hizo visible de inmediato, como una sombra que se apoderaba del espacio. Sin muchas ganas de involucrarme en una conversación, le hice una seña sutil para que se adentrara. Su mirada recorrió el lugar, una danza rápida que se detuvo brevemente en mi rostro antes de explorar la sala de mi departamento.

Lo observé mientras tomaba asiento en uno de mis sofás, su postura relajada pero con una tensión palpable en el aire. Por un momento, un silencio incómodo nos envolvió. Entonces decidí unirme a él, pero en un sofá alejado, como si una invisible barrera nos separara. Tal vez pensó que me sentaría a su lado, esperando una cercanía que no estaba dispuesta a ofrecer.

La verdad es que, en ese instante, lo único que deseaba era que se marchara. Un deseo profundo de que se alejara de mi vida y que su presencia no regresara en un largo tiempo. La incomodidad de su visita me pesaba, y el espacio entre nosotros, aunque físico, se sentía aún más vasto emocionalmente. Me quedé allí, en mi rincón, esperando a que el tiempo fluyera rápido y lo llevara de vuelta a donde pertenecía.

- ¿Ahora que deseas?..- suelto.- ..,¿vienes a insultarme otra vez?.

- No..- suelta, serio. - No he venido a insultarla, ni mucho menos molestarla.- lastima, ya lo hace.- . Me tomé el atrevimiento de venir hasta acá por una simple razón. Disculparme.

El simple hecho de tenerlo aquí era, para mí, una molestia palpable. Cada segundo que pasaba con él en mi departamento era como un recordatorio de lo que deseaba evitar. La incomodidad se hacía cada vez más intensa, y mi mente anhelaba la soledad que había disfrutado hasta su llegada.

"Lo siento," escuché decir, y esas palabras resonaron en el aire como un eco inesperado. Me puse alerta al instante. Él, que jamás pedía disculpas, que había construido su vida sobre un pedestal de orgullo y ego, ahora se atrevía a manifestar una vulnerabilidad que nunca antes había mostrado. Era un gesto que me sorprendía y desconcertaba.

Su orgullo era lo suficientemente grande como para doblegarse, pero aquí estaba, rompiendo esa fachada. Me pregunté qué había motivado tal cambio. ¿Acaso había llegado a un punto de reflexión? ¿O simplemente esta era otra táctica para manipular la situación? La confusión me embargó, y la tensión en el aire se volvió casi tangible, como si cada palabra no dicha pesara en la atmósfera.

Mientras lo observaba, buscando entender sus intenciones, me di cuenta de que la incomodidad ahora se mezclaba con una curiosidad inquietante. ¿Qué había detrás de esa disculpa? ¿Era un signo de debilidad o un intento genuino de acercarse a mí? Sin embargo, mi instinto me decía que debía mantenerme en guardia, pues las verdaderas intenciones de un hombre como él nunca eran simples.

-— Se que soy un estúpido por..

— Sí lo eres..- le corto.

— ¿Puedes dejarme hablar?.

Quédate.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora