Pedazo de cacho de trozo de mula

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-¡TRES, DOS, UNO...Y... COMIENZA LA GUERRA DE AGUA! -grita Miriam.

Los siguientes tres días habíamos dedicado a hacer nuevos amigos por el hotel y a huir de mi perverso ex-novio (ahora con la nariz rota gracias a mi ¿segundo y último ex-novio? Había conocido a Miriam en una actividad de cine, una chica muy simpática, y alta, muy alta. También había conocido a Pietro, un italiano cañón, a Jeiden, neoyorquino, a un par de chicas de Alemania: Michelle y Lorena y a un español (OLE), Leo. Se tiraba todo el día en el agua así que llegé a la conclusión de que era un sireno, así que ahora es Leo el sireno balleno. (Sí, balleno para que quede mejor el nombre; más cool).

-¡Muere! -grita Michelle disparando a Javi con una pistola de agua.

-¡Te voy a meter el globo por el agujero de la nariz! -se oye a Laia persiguiendo a Mijaíl. Seguro que en realidad había pensado en el agujero del culo, pero quería sonar más ¿fina?

Qué desmadre... Somos unas dos docenas de adolescentes en un campo de combate. Hemos hecho dos equipos y se supone que cuando se acabe el tiempo (veinte minutos) y suene una campanita, el equipo que en general esté más mojado, pierde.

Un globo impacta contra mi espalda. Me giro sacando mi diablo interior y busco al que me ha empapado. Veo a Leo riéndose mientras me mira y cuando ve que le miro intenta ponerse serio y hacer como si nada.

-¡No cuela! -grito mientras empiezo a correr tras él.

-¡Nunca me pillarás!

Cojo dos globos de agua y una pistola bajo el brazo. ¡Como corre el cabrón! ¡Que pereza!

-¡Te voy a sacar los ojos con cucharas!

-Puaj. -se oye. Yo río cual loca, sí, porque tengo complejo de morsa.

-¡Hey, Mire! - alguien grita por detrás mío. Me giro en el momento en que Gabriel me dispara con su pistola de agua. Pongo la mejor cara de muerta que puedo haciéndo que me tiro al suelo. Sí, es una estrategia.

El rubio californiano surfista (cañón) se acerca a mí riéndo y cuando lo tengo lo suficientemente cerca salto a su espalda y me agarro como una salamandra.

-¡No debiste dispararme pedazo de cacho de trozo de mula! -mantengo dos globos de agua sobre su cabeza y los aplasto contra su hermoso pelo empapándolo.

-¡Pagarás por esto! -grita mientras intenta despojarse de mí. Pero no puede porque yo soy la reina de los koalas, soy un ser sublime y superior que se saldrá con la suya. Sujeto la pistola de agua que antes tenía bajo el brazo y le disparo en la oreja. -¡Estás loca! -luego voy disparando a donde puedo porque Gabriel se va moviendo dando vueltas como si fuera una bailarina de ballet.

-Y ahora, plié. -digo carcajeándome de él. Gabriel tuerce la nariz sin saber de qué le hablo. -Nada, cosas de inteligentes. -me encojo de hombros.

RIIIIIIIIIIIIING

Intento bajarme de la espalda del chico.

-Ah, no, no. Antes no te has querido bajar, pues ahora yo no quiero que te bajes.

-¡Pero acaba de sonar la sirena! ¡Socorro! ¡Un violador! -Gabri me mira apenado. ¿Qué? Que hayan intentado violarme no significa que yo no pueda pasar página o al menos intentarlo. Y la forma más sencilla de hacerlo era asumiéndolo y convirtiéndolo en un chiste. No iba a dejar que nada arruinase el tiempo que me quedaba en el hotel, aunque John se paseara por ahí. Si me escondía de él y de todo lo que había pasado, él iba a pensar que le tenía miedo y que haría todo lo que quisiese; cosa que si pensaba estaba muy equivocado.

-¡Yo soy Mireia Saez! ¿Me oyen! -mierda, eso tenía que haberlo pensado sólamente, no decirlo.

-Te oímos. -susurra el pingüino. Creo que se avergüenza de tener una amiga que necesita un psiquiatra... -Y Mireia Saez va a acabar en la piscina. -esta vez grita.

Oh la la ParisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora