Adrián

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Aparto al chico de la puerta y entro al apartamento dando zancadas. Lo recorro de esquina a esquina mirando en la cocina, el salón, el dormitorio y hasta el cuarto de baño buscándolo. Lo llamo pero él no aparece. Laia se escurre por debajo del brazo del chico rubio con una expresión de espanto en la cara. Probablemente piense que yo soy una depravada mental que grita y llora como una niña pequeña cuando no encuentra su juguete. Solo que Daniel no es mi juguete; es el amor de mi vida.

El chico suspira y cierra la puerta despacio y con suavidad.

-¿Quién eres? -pregunto gritando mientras ciertas lágrimas caen por mi mejilla. Él intenta acercarse pero yo doy un paso hacia atrás y me rodeo los brazos con las manos.

-Mireia... -comienza el chico pero no acaba la frase.

-¡DIME QUIÉN ERES! -grito alejándome más de él.

Llevaba al rededor de un mes creyendo que el chico que me vigilaba y me protegía; el mismo que también me ignoraba, era Daniel, pero no lo era. Era un clon; físicamente igual hasta que me fijaba en los detalles. Era realmente rubio, rubio natural, y sus ojos eran negros sí, pero no tan profundos como los de Daniel, algo más bien como inexpresivos.

El desconocido se sienta en el sofá mientras se muerde el labio nervioso. Luego me mira a los ojos haciendo que todo mi cuerpo tiemble, y pasa su mirada por Laia. No sé si está esperando a que me siente, pero no lo voy a hacer.

El chico sigue sin hablar, por lo que me dan unas ganas tremendas de golpearle hasta que no recuerde ni su nombre. Laia me agarra del brazo cuando voy a dar un paso hacia adelante y me retiene con fuerza.

-Mireia... -dice muy bajito, pero estoy segura de que quien sea que es ese chico nos ha escuchado. -Tranquilízate. Todo va a tener una explicación, solo déjale contártela a su ritmo.

Relajo los puños en un intento de calmarme. Aprieto la mandíbula con fuerza y luego ruedo los ojos.

-¿Cómo sabes quién soy, y por qué has estado detrás de mí todo este tiempo? -pregunto consiguiendo que no me tiemble la voz.

El rubio mantiene el silencio durante medio minuto que se me hace eterno, pero para cuando voy a abalanzarme sobre él abre la boca. Suelta todo el aire que ha estado reteniendo y suspira cansado.

-Soy Adrián.

No ha contestado a mi pregunta, pero algo es algo. Paso a paso.

Abro la boca para volver a hacerle más preguntas pero se levanta del sofá y tras rodearlo se coloca detrás, apoyando sus manos en el apoyabrazos. Sus gestos son totalmente diferentes a los de Daniel.

-Te he estado siguiendo porque así me lo pidió Daniel.

Abro la boca poco a poco pensando que al mínimo movimiento brusco voy a estallar y a hacerme añicos. Mi respiración se entrecorta intentando buscar un sentido a todo lo que mi cerebro no quiere procesar.

-¿Quién eres? -pregunto.

El rubio baja la mirada hacia sus manos y luego las aparta del sofá. Se le nota nervioso.

-Soy su hermano mellizo.

Espera, ¿QUÉ?

No sé si es que había dejado de respirar o quizás mi corazón de latir, pero siento que palidezco y que una punzada de abre paso en mi pecho.

-Daniel no me habló de hermanos mellizos, solo que tenía una hermana pequeña. ¿Quién eres? -vuelvo a preguntar negando con la cabeza intentando no creer en nada de esto.

-Pauline. -lo miro confundida. -Nuestra hermana pequeña se llama Pauline. Probablemente no te habló de mí porque no nos llevamos bien. Nunca nos hemos llevado bien.

Lo miro sorprendida. Una cosa es llevarse mal con un hermano, que le pasa al cien por ciento de la población que tiene hermanos, y otra cosa es hacer como que no existe, y no hablarle de él a nadie.

-Tuvimos grandes peleas, y ya somos mayorcitos como para saber qué hacemos. -dice al ver que no le creo. -Él no habla de mí; yo no hablo de él.

Se encoge de hombros restándole importancia, pero se puede ver en sus gestos que sí le importa.

-¿Qué haces en su casa? -pregunto señalándolo como si fuera un policía acusando al asesino.

-Yo no vivo aquí, solo estoy aquí porque él me lo pidió, y me dejó su casa.

-Eso no tiene ningún sentido, me acabas de decir que os lleváis mal.

Adrián se rasca la nuca nervioso.

-Es una larga historia.

-Muy bien, tengo todo el tiempo del mundo para oírla. -digo cruzándome de brazos sobre el pecho. -¿Dónde está Daniel?

Adrián agacha la cabeza.

-¡Contéstame! -grito perdiendo los nervios.

-Ya sabes más de lo que tienes que saber. -dice sin mirarme a los ojos. -Ahora vete.

Me quedo perpleja mirándolo. ¿Me está echando de su casa? No, ¿ME ESTÁ ECHANDO DE LA CASA DE SU HERMANO CON EL QUE SE LLEVA MAL?

Río psicóticamente manteniéndome firme en mi lugar. Lo miro con ganas de pegarle intentando que centre su mirada en mí, pero no lo hace.

-Vete. -dice casi en un susurro sin levantar la cabeza.

Las lágrimas vuelven a mí a toda prisa. Intento decir algo pero un grito se ahoga en mi garganta.

Doy unas cuantas zancadas hasta la puerta y miro una última vez atrás. Adrián sigue con la cabeza gacha y Laia lo fulmina con la mirada. Abro la puerta haciendo un gran ruido en el momento en que empiezo a sollozar. Bajo las escaleras corriendo mientras oigo que Laia me grita algo que no logro comprender.
Maldito verano, maldito Daniel y maldito amor.
Menos mas que en tres días me vuelvo a casa.

Oh la la ParisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora