Maldito simio comemocos

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Por una parte me sentía mal por haberles arruinado el momento romántico, pero realmente necesitaba a Laia para huir. Huir, sí, porque el dichoso abuelo, tan inocente que parecía, ¡HABÍA LLAMADO DE VERDAD A LA POLICÍA! Y claro, muy desapercibidas, pues como que no pasamos. En cuanto Mijaíl se va, agarro a Laia de la muñeca y la arrastro hasta la primera tienda que hay. Veo como el coche de policía avanza lentamente por la carretera junto a la peatonal, y dos policías giran la cabeza observando toda la calle como si fueran robots de estos que pueden desenroscarse la cabeza simplemente dándole vueltas con las manos. Nos ocultamos detrás de una estantería.

-¿Pero qué haces, Mireia? ¿Ahora jugamos al escondite o qué?

-Pues sí; tu abuelo admirador ha llamado de verdad a la policía, y ahora mismo hay dos agentes en la calle buscando a dos locas como si fueran posesos.

-¿Qué? ¿Enserio? -¿No se lo cree? Bueno, a decir verdad yo tampoco me lo creería. Es de locos; yo no he sido rara en ningún momento con el viejete.

-Sip -digo haciendo incapié en la "p".

Dejamos de mirar por el cristal y damos media vuelta para observar a dos chicas atendiendo en un mostrador y a una corta fila de gente mirándonos atónitos. Laia y yo, aún agachadas detrás de una estantería observamos a nuestro alrededor. ¿Una tienda de tés? ¿Enserio? Hago una mueca. La gente sige observándonos como si fuéramos de otro planeta. Yo me hago la interesante mirando a la estantería y señalo un paquete cualquiera.

-Sí, yo creo que el que nos gustó tanto la otra vez era éste. ¿Qué opinas?

-Aha, -Laia asiente siguiéndome la jugada. -al fin hemos dado con el té.

Yo alzo la mano para coger el paquete (sin disimulo, para que parezca creíble) y saco el paquete, con la mala suerte de que (y ésto solo me pasa por ser yo) cojo el último de un montón, haciendo que todos los demás caigan al suelo. ¿Ups? Las cajas empiezan a caer, y Laia, en un intento de evitar que se desprendan más, levanta las manos para sujetar algunas y que no caigan al suelo, pero se tropieza y acaba tirando la estantería de dos metros al suelo. Ambas nos quedamos paralizadas y todos los de la tienda miran boquiabiertos el espectáculo. ¿Y ahora?

-¡CORRE! -grito y salgo corriendo por la puerta. Laia me sigue a toda pastilla. Corro toda la peatonal hasta llegar a una bocacalle y giramos a la derecha. Miro hacia atrás, pero ¿qué diablos? ¡Nos está persiguiendo un chino! ¿Qué hace un chino persiguíendonos? Nos grita algo en chino que nuestra privilegiada mente no nos dá para entender. Este mundo...cada vez más raro. Aumentamos la velocidad hasta perder al chino de vista. Muy bien Mireia, luego tenéis que saber volver. Un punto positivo para tu hermosa capacidad de dar espectáculo. Me rasco el cuerno. Si, me picaba ¿y? Eso de llevar un cuerno postizo, poco a poco se va haciendo más real. Laia me mira con cara de mapache aplastado con un erizo clavado en la nuca. Y sí, también esa cara existe. Ahora miremos el punto positivo; si todos naciéramos con cuernos en la cabeza, podríamos pinchar las cosas en vez de tener que cogerlas con las manos. Me estoy dando cuenta de que soy muy vaga.

-Eh, Mireia... ¿sabes dónde estamos? -Laia irrumpe en mis pensamientos. Miro a mi alrededor intentando identificar algún rastro de ser, ya sea persona o cabra, pero estamos solas en una pequeña plaza. Intentamos volver sobre nuestros pasos, pero hay demasiadas bocacalles y no nos acordamos por dónde hemos venido.

-Creo que nos hemos perdido. -digo afirmando mis palabras.

Laia estalla en una gran carcajada que me da miedo. ¿De qué se ríe? ¡Será posible! No solo estoy perdida, sino que mi única compañera es una bruja psicópata come niños. Perfecto, un aplauso por favor.

-¡Laia, deja de ser siniestra!

-Analízalo, un chino persiguiendo a una vacanicornio y a una abuela. ¿Tiene gracia o no?

Oh la la ParisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora