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Me gustan las chicas.

Faltaban 3 meses para mi cumpleaños y estaba nerviosa porque tenía pensado contarle a mi mamá aquella verdad. Había estado practicando varios escenarios e imaginándome distintas reacciones suyas, pero no estaba segura cuál de todas sería la verdadera. Siempre tenía el ligero presentimiento que se lo tomaría bien, pero el miedo me invadía por muchísimos factores más. Que más daba, todavía tenía tiempo.

-¿Estás lista? -asentí y me coloqué los audífonos, tenía bastante sueño y sería un camino largo.

Mamá encendió el auto y justo antes de salir me dio un beso en la cabeza, sabiendo que era una de sus maneras de decirme que me amaba.

Otra vez nos estábamos mudando, ya había perdido la cuenta de cuántas veces nos cambiábamos de casa, de ciudad e incluso de país; pero así tenía que ser por cuestiones de su trabajo, y como aún era y sigo siendo menor de edad, me llevaba a todos lados.

La verdad es que nunca me molestó, jamás fui buena haciendo amistades o encariñándome con lugares. Además de no tener familia, solo éramos ella, Pardo y yo.

No quisiera denominarme una persona antisocial pero a veces pienso que sí lo soy, y no me molesta para nada ser así. Aunque claro, mi madre me recuerda que siempre es importante conocer personas por las experiencias de vida y por algunos otros beneficios. Pero también dice que no es tan necesario, mientras disfrute mi propia compañía eso ya es una buena vida. Quizá solo se compadece de mí porque todo el tiempo estoy sola.

Y es que mi vida social se reduce a pasar tiempo con mi mamá.

Sin mencionar a Pardo, mi cachorro.

Pero repito, nada de esto es una queja, quizá no me hace falta conocer a alguien más porque nunca he pasado por esa situación y no sé lo que se siente.

La escuela jamás fue complicada, al contrario, era demasiado sencillo, solo asisto, cumplo mis deberes y vuelvo a repetir el mismo ciclo, es pan comido.

¿Hacer amistades? Prefiero no hacerlo, si tengo que convivir con alguien por cuestiones académicas lo hago, pero más allá de eso no pasa. Y no es algo que necesite.

Imaginé cómo se vería el próximo lugar donde llegáramos y me quedé dormida.

+++

-Cielo, ya despierta -sentí unas caricias en el cabello y supe que habíamos llegado.

-Está oscureciendo.

-Tengo hambre, ¿qué te gustaría de cenar? ¿Pido algo de comer? -abrió la puerta de atrás dejando salir a Pardo.

Me restregué los ojos y salí del auto, miré a los alrededores y nos cubría mucho silencio y oscuridad, no había nada, sólo un gran campo y la única casa que había suponía que era la de nosotras. Lo único que alcanzaba a escuchar era el sonido de los grillos y quizá un búho que debía encontrarse cerca de algún árbol. ¿Por qué estábamos aquí?

-¿Ahora vivimos en el campo? -el sueño de mi madre parecía cumplirse.

-¿No te gusta? -preguntó con entusiasmo, con la poca luz en su cara podía verle la inmensa felicidad- Imagínate los amaneceres o atardeceres, el fresco aroma del viento -cerró los ojos e inhaló con profundidad- simplemente maravilloso -estiró los brazos como si estuviese abrazando el aire.

-¿Y la civilización? -yo por el contrario, estaba acostumbrada a vivir entre ciudades, Internet y población urbanizada.

Mi mamá por otro lado, se había criado en el campo con animales; y siempre me contó que algún día quisiera vivir de esa manera por sus últimos años. Pero esto no se trataba de sus últimos años, lo cual para mí era algo extraño.

Ella ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora