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-¿Está todo bien? -mamá buscaba algo en la cocina y Pardo la veía atentamente- ¿Te quedarás a cenar, Jennie?

-Sí -respondí primero- subiremos a mi habitación, tenemos que discutir sobre.. una tarea.

-Aún no sé qué cocinar -dijo pensativa.

-¿Por qué no compras algo? -otra vez le lanzaba una mirada en complicidad, frunció el ceño ante mi expresión.

-Está bien -dijo más en forma de pregunta que de respuesta.

-Gracias, señora Manoban -la castaña sonrió.

-Nada que agradecer, bajen cuando estén listas para cenar -nos sonrió y salió por la puerta.

Subimos las escaleras rápido y llegamos a mi habitación. Cerré la puerta con seguro y me lancé sobre la castaña, besándola.

Me rodeó el cuello con sus brazos y se entregó hacia mí, besándome intensamente. Apreté su cintura y poco a poco fui recargándola sobre mi cama, colocándome sobre ella. Se quitó las zapatillas en un solo movimiento e imité su acción.

El sonido de nuestros labios chocando una y otra vez era un deleite. Abrí más mi boca, haciendo que ella también repitiera la acción y metí la lengua. Moví más sus piernas para que ocupara más espacio dentro de la cama y estuviésemos más cómodas. Me separé y quité mi remera, me miraba con deseo y desesperación.

Desabrochó los botones de su blusa con rapidez sin quitarme la vista ni un segundo. Mordió su labio y removió la prenda. Me acerqué y toqué su pantalón, buscando el cierre y abriéndolo de una vez. Ella me dejó hacerlo.

Me coloqué de rodillas sobre el suelo, fui bajando el pantalón de poco a poco y ya me hallaba frente a la piel de sus piernas. Las acaricié y las abrí un poco, mirando mi objetivo, una prenda de color negro; sabiendo que solo hacía falta removerla.

-Hazlo -me dijo.

Me pegué un poco más y la miré hacia arriba, se inclinó para darme un pequeño beso y sin bajar la mirada mis manos tocaron la braga.

Un sonido espantoso y que odié al instante hizo que la castaña se separa con rapidez de mi cuerpo, la noté asustada y nerviosa, como si aquel timbre que provenía de su celular fuese el grito de una próxima guerra. Se lanzó en busca del ruido y apagó su celular, me miró agitada y comenzó a buscar sus prendas.

-¿Qué..? ¿Qué pasa? -no me contestó, continuó buscando su ropa- Castaña, ¿qué sucede? -aún así, nada. Entonces tomé una de sus zapatillas y fue cuando su atención por fin yacía sobre mí.

-Dame eso.

-Primero dime qué pasa -me arrebató la zapatilla y la dejé que prosiguiera con sus asuntos.

-Me tengo que ir -dijo casi en un murmuro.

-¿Por qué? Pero la estábamos..

-¡Me tengo que ir! ¿No entendiste? ¿O es que tengo que repetirlo todo?

Me quedé callada, mirando como se colocaba la ropa de nuevo y una por una las zapatillas; mientras yo me quedaba sentada en la orilla de la cama.

Caminó hasta mi ventana y removiendo un poco la cortina miró hacia afuera.

-Adiós, Lisa -dijo mirando al suelo y salió de la habitación apresurada.

Pensé que quizás alguien había venido a recogerla o el chofér estaba llamándola para que bajara, muy seguramente era la segunda opción; pues cuando yo misma me asomé por la ventana, la gran camioneta seguía donde mismo.

Me quejé internamente y me resigné de pronto, de nada iba a servir si me lamentaba de alguna manera. Llegué a molestarme un par de minutos, siempre parecía suceder lo mismo cada vez: intentábamos algo y nos interrumpían. Comenzaba a creer que era un complot de parte del universo o de algunas terceras personas, ¿por qué todo debía ser complicado? La incógnita que me hacía cada día desde qué llegué aquí.

Ella ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora