¿Ustedes que le harían a la chica bully de su instituto para que pare de bullear?
Sin duda, tendrían muchas ideas al respecto.
¿Saben lo que yo hice?
La besé.
Estábamos en la sala de estar recostadas sobre el sofá, viendo algún programa bobo que pasaba en televisión y matando el tiempo de una manera tranquila.
No era que estuviese emocionada por la llegada de tal persona sino que más bien eran los nervios que hacían mover mi pierna de un lugar a otro, demasiado tarde para ocultar mi comportamiento pues mi madre me había descubierto.
-¿Y quién vendrá esta vez? ¿Rosé?
-¿Ah?
-¿Qué tanto buscas por la ventana? ¿A quién esperas? -siguió mi mirada buscando explicación.
-A nadie, solo que.. -vi pasar una camioneta negra por el camino de tierra y Pardo comenzó a ladrar.
La gran camioneta lujosa entró a la propiedad y me levanté apresurada, me acerqué a una pequeña esquina de la ventana y cubriendo un poco mi rostro con la cortina, miré como el auto se detuvo y nadie salió de él.
-¿Quién es? -mi mamá se dirigía directamente hacia la puerta pero alcancé a detenerla antes que la abriera- ¿Qué sucede?
-Es Jennie -tampoco iba a mentirle en su cara- viene por esto -alcé la mano sosteniendo el celular- ya vuelvo.
Salí y esperé que alguien saliera del auto, cosa que sí sucedió pero no era quien yo esperaba.
Del lado del conductor salió un señor calvo arreglándose el traje y caminó hacia mí.
-¿Señorita Lisa? La señorita Jennie me mandó por un celular, ¿es usted la..?
-Soy yo, ¿ella no vino? -el hombre negó.
-Por eso estoy aquí, ¿es ese? -preguntó mirando mi mano.
Y sentí enojo, tal vez un poco, pero lo sentí. Me sentí frustrada porque cierta parte de mí quería verla y otra parte de mí ansiaba aquel beso en forma de perdón, después me sentí avergonzada por pensar aquello y extendí el celular.
El hombre me dio las gracias y así como llegó, se fue.
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No podía dormir y podía sentir como mis ojos ardían de forzarlos a cerrarse. Era increíble que seguía pensando en la castaña y su grosera manera de no presentarse, mi estómago se apretó por el coraje y tomé mi celular.
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El día estaba un poco húmedo, como si el cielo se estuviese preparando para la llegada de las grandes nubes cargadas de agua; me gustaba cuando llovía y podía quedarme en casa bebiendo un poco de café caliente.
