¿Quién dijo que los iguales se repelen?

capítulo 7:

Sábado 18 de Abril de 2020
9:10 horas
Alguna parte del océano Atlántico
Penny Astrid Reiner

Sandy es un inútil. Desde que nos perdimos en mitad del océano él solo se quedó dormido en su camarote. Actuaba como quien paga a un taxista, en vez de la expedición llena de peligro y recompensas con la que me engañó. Después de zarpar, me dijo que tenemos que "saber cosas". Y como nada de eso estaba relacionado con la marinería me importaba muy poco. Estoy segura de que tiene que ver con elefantes o cosas así.

Perdidos en el océano, Sandy seguía tieso en la cubierta cuando yo hacía todo el trabajo sucio. La isla que decía que teníamos que ir no aparecía en ninguno de mis mapas, mapas de antepasados y los antepasados de estos. En palabras del maldito indio: "la isla se movía"

Lo único interesante de este aburrido viaje era intentar entender por qué "la isla se movía". Me aferraba a pensar que en base a eso se podía crear una interesante y peligrosa aventura en la que nosotros dos seriamos los protagonistas.

Por suerte la compañía casi inexistente de Sandy me hacía estar sola con el mar salado. Y así, escuchar mis pensamientos y los de los fantasmas de la compañía de mi padre.

O al menos hasta que divisé tierra.

Corrí hacía el dormilón. Acostado, indefenso y completamente vulnerable. Obviamente no esperé a que despertara. Le apunté con mi arma en la cabeza, y luego recapacité.

"Esto podría matarlo"

Me quedé pensando un poco en qué hacer. ¿Pero por qué? ¿Desde cuándo quería hacer algo bien por él? Estaba muy muy aburrida, y dispararle en la cabeza sería muy divertido. Demasiado. Pero por algún motivo no quise hacerlo. No quise hacerle daño de esa manera. ¿Se llama piedad?

Fui a su camarote, busqué una almohada, se la puse en la cabeza y le disparé en el pecho.

Evidentemente despertó con un grito, ahogado por la almohada, lo cual hizo que tuviera un ataque de tos no muy grave. Rápidamente se quitó la almohada, y con sus ojos rojos por despertar de golpe, intentó levantarse y golpearme. No pudo.

Sandy: ¿¡Que rayos estás haciendo!?— nuevamente cayó al suelo. Su torso estaba rojo por el impacto de las monedas— ¡Pudiste matarme!

Penny: Digamos que me aburría. Eres increíblemente flojo. Además, accidentalmente traje el arma que me dio Darryl para jugar. Sigue disparando monedas que te dolerán en el alma, pero con menos potencia y precisión. No morirás a menos que yo lo decida.

Sandy: ¡Eso no es excusa para despertarme!— se levantó a duras penas, con cierta dificultad—

Penny: Lo sé, pero la isla de haya sí— señalé mi derecha—

El indio se quedó pálido. Volteó rápidamente, y vio la isla de tamaño mediano. Era exactamente igual como la imaginé: arena en los alrededores, el centro rebosante de flora, tres palmeras y una estatua de Elefante de miniatura de psamita roja.

Sin esperar a que nos acercaramos lo suficiente, Sandy se tiró al mar. Por su grito un poco ahogado por el mar, supe que se tiró de platanaso, haciendo que mi broma sea más perjudicial. Sentí pena por él.

Mientras intentaba que el barco girara a la isla, sentí que el navío chocaba contra algo, como un cachalote o alguna roca que pasé de vista. No me dejó avanzar más. Había encallado.

Antes de revisar, me di cuenta del silencio reinante. Demasiado silencio. En cualquier situación me habría alegrado para así organizar mis ideas y pensamientos futuros, pero en medio del mar, después de encallar, y después de que mi compañero se haya tirado al mar era....