Capítulo: veinte

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— ¿Y él? — pregunté viendo al adorable perrito que se encontraba durmiendo.

Era peludo y completamente de negro. Era hermoso, parecía un verdadero peluche humano.

— Había seis de él, pero la gente no se lo quiso llevar porque era negrito y tiene un cojeo en una de sus patas — habló la chica.

— Lo quiero, si tiene problemas más a delante sobre sus patitas podré cuidarlo bien — contesté sin dejar de ver a la hermosa cosa peluda.

— Esta bien, mi compañero sacará su cachorro mientras usted me acompaña. Tendrá que firmar algunos papeles.

Yo solo asiento y voy donde me había indicado la chica. Estuve firmando algunas cosas hasta que estaba todo listo, había una caja de donación y doné algunos billetes. Al estar arriba del auto el cachorro se coloca en mi pecho, aprovechando que estaba durmiendo le saco una foto.

Bienvenido a la familia mi bebé.

Lo público y guardo mi celular. En el trayecto a la casa de Madison no dejo de observar al cachorro. Le hacía cariños y podía sentir su reparación tranquila en mi pecho.

— ¿Cómo lo llamarás? — preguntó girándose hacia mí en luz roja.

— Hércules — susurré.

— ¿Hércules? ¿Por qué?

— Por qué cuando crezca va hacer fuerte y hermoso, cuidará la casa como un perro de cualquier raza — hablé sonriendo.

— Quiero verte cuando quieras limpiarle el popo y el pipí a la mitad de la noche. Cuando te pida a la mitad de la noche comida.

— Me sacrificaré.

Tuvimos que pasarnos a una tienda de mascotas para comprar lo necesario. Artículos de aseo, comida y juguetes. Nos demoramos bastante y era las casi las once de la noche así que tendré que quedarme a dormir en la casa de Madison. Coloco a Hércules en su nueva cama que le había comprado. Camino hacia la cocina y veo a Madison con pijama, traía un short y al darse la vuelta no llevaba sujetador. Trate de mirar para otro lado, pero era imposible era como si tuviera un imán, pero aún asi quitó la mirada.

— Crees que me queda bien estos short — habló girándose hacia mi mientras bajaba la llama de la cocina.

— Creo... que te queda bien — contesté mirando mis zapatos.

— ¿Y el camisón? Tienes que mirarme para poder verla.

Subo mi vista y veo que tenía el camisón a la mitad de su abdomen, dejándome ver su ombligo y su vientre plano.

— No puedo controlarme más — hablé después de unos segundos y camino hacia ella.

Agarro la parte de atrás de su cuello y la pego contra el refrigerador rudamente obtenido una malvada sonrisa de su parte.

— Púdrete Bieber — susurró viendo mis ojos y mis labios viceversa.

— Pero que boquita tienes — hablé sonriendo, Madison iba a contestar pero comienzo a besarla sin ningún descaro, sentía el sabor a cereza de su brillo haciendo el beso más dulce y ardiente a la vez.

— E-espera, no íbamos a comer algo — habló a centímetros de mis labios.

— No tengo ganas de comer nada, más bien, quiero comer otra cosa en estos
momentos — contesté dejando pequeños besos en sus labios para luego apagar la llama aún costado mío.

— Yo también quiero lo mismo.

Madison salta y rodea sus pies en mi cadera, caminamos al sillón más cercano dejándola suavemente allí. Reparto varios besos a su cuello y todas sus partes que eran sensibles para ella, su respiración comenzó a elevarse cuando empecé a dejar varios chupones en su cuello. Entre besos y besos empiezo a sacarle la ropa a Madison, comenzando con su camisón dejándome ver sus pechos. Repartos unos cuantos besos en su torso para luego sacarle su short.

— Eres hermosa — hablé mirándola a los ojos a lo que ella me sonrió viendo sus ojos brillosos.

— Eres la primera persona que me lo dice — comentó llevando su mano hacia mi mejilla.

— Deberían decirlo todos los días de la semana, los 365 días del año. Eres preciosa Madison, no solamente en la íntima si no como mujer.

— Deja de decirme cosas lindas que me pondré a llorar, solamente no te detengas — dijo sonriendo.

Como respuesta yo beso sus labios, mi mano baja por su abdomen y se posa en sus partes. Comienzo a acariciar suavemente con mis dedos recibiendo jadeos de su parte, pero aun así no dejamos de besarnos. Hago un recorrido con mi lengua bajando hacia sus pechos, chupo y muerdo cada pezón para luego bajar por su abdomen hasta llegar a su flor. En cuanto le doy la primera lamida su cuerpo saltar ligeramente, empiezo a besar, a chupar y a dar lamidas por unos largos minutos. Sintiendo que baja sus manos y afirma mi cabeza, escuchaba sus gemidos cada vez salir más fuerte de sus labios haciéndome sonreír. Cuando veo que estaba a punto de llegar al orgasmo me separo de ella.

— ¡Oye! — protestó sacando un puchero a lo me dio ternura.

— Shh... princesa, esto recién empieza — contesté sacándome la polera para luego sacarme la parte de abajo viendo como traga en seco Madison.

Lubrico un poco mi pene y me acerco a ella, abro un poco más sus piernas dejando mi cuerpo en medio. Entro lentamente en ella y en cuanto lo hice por completo soltamos las dos un gemido, me empiezo a mover aún ritmo considerable pero después que paso los minutos todo se descontroló. Madison tenía sus piernas enrolladas en mis caderas y con sus uñas me rasguñaba mi espalda, pero no lo hacía con fuerza si no por solo placer. No me lastimaba para nada. Yo no dejaba de moverme tan siquiera dos segundos, solo escuchábamos nuestros gemidos y nuestros cuerpos chocar descontroladamente. Sus gemidos eran música para mis oídos, dejo mi rostro en la parte de su cuello y empiezo a subir mi velocidad, sentía que estaba al punto del clímax ya que sus paredes apretaban mi miembro hasta que escucho mi nombre gritar entre sus labios. Sigo moviendo más hasta que llegó al orgasmo, nos quedamos así por unos segundos sin mover ningún músculo hasta que me separo de ella.

— Eso estuvo...

— Increíble — termine su frase con una sonrisa.

Madison se sube a mi regazo y se inclina hacia mí, me besa mezclando nuestras tibias lenguas a lo que yo sonreí en medio del beso. Era una perfecta imagen, me encantaría despertar todas las mañanas con esta imagen. O por lo menos este mes que me queda con ella.

— Por qué no.... nos damos unas duchas y hacemos la segunda ronda — comentó mientras se movía haciendo que nuestros sexos se rocen.

— No me negare — contesté cerrando mis ojos para luego abrirlos.

— Entonces te espero en la ducha, no tardes — Madison me da un corto beso en los labios y sale encima de mí para luego verla caminar hacia el baño.

Me pongo de pie y veo a Hércules todavía dormir. Tenía que aprovechar que el bebé estaba durmiendo así que sin más empiezo a caminar hacia el baño.

¡Púdrete Bieber! / Madison Beer y tú G¡PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora