Capitulo 4

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A lo lejos veo el autobús y corro para alcanzarlo, hasta que llego y subo a toda prisa, con los latidos del corazón a mil, sin poder respirar con precisión, lo que quiere decir que me hace falta hacer ejercicio. A duras penas saludo al conductor, sentándome tras de el. Por el trayecto hacia mi casa, voy pensando en lo bien que me hizo hablar con el doctor Brunetti, algo que debí haber hecho el primer día que Eunice me lo recomendó.
Es bueno hablar con alguien que no te conoce, y no ser juzgada es una sensación de alivio que reconforta, aunque, ahora que lo pienso, todo el relajo desaparecerá, porque recuerdo que vivo con ese hombre que me hace la vida imposible. No quiero ni imaginar la cara de León, o lo que me dirá cuando llegue, solo agradezco haber dejado la cena preparada, in problema menos en mi vida. Intento no pensar en Leon, y a la mente se me viene esa mirada café, y sonrío en el ridículo que pude haber cometido por mi despiste, aunque fue bueno para mi tropezar con ese hombre, no todos los días se recrea la vista de tal forma, y lo bueno es que no solo en las películas se ven hombres guapos, en los hospitales también. León era guapo años atrás, pero se ha puesto feo, fofo, y hasta ha perdido un poco de cabello.
Suspiro mirando por la ventana, dándome cuenta que no conozco el recorrido. Me levanto de prisa, con el corazón en la mano, y le pregunto al conductor donde estamos, tamaña es mi sorpresa al saber que me he pasado, y no me he dado cuenta que he recorrido diez minutos de más. Me bajo velozmente del autobús, y corro en busca de un taxi, con la extraña sensación de una inminente crisis de pánico, y la falta de aire al ver todos los autos con pasajeros. Comienzo a caminar en sentido contrario, me siento pérdida, y lo peor, es que veo a toda la gente que camina por la calles como delincuentes queriendo atacarme.
Tal vez León tiene razón, yo no debería pensar, que ni para eso sirvo, soy torpe y estupida. Me pongo en una esquina, luego desisto, no vayan a pensar que soy una trabajadora sexual en busca de clientes, por lo que camino un poco más y estiro mi mano haciendo parar un taxi que se aproxima, agradecida de que estuviera desocupado para mi.

Al llegar a casa, no alcanzo a introducir la llave en el cerrojo de la puerta, y León aparece frente a mí, agarrandome del brazo para que entre con rapidez.

-¿¡Donde mierda estabas!?- grita sin importar lo que puedan llegar a pensar los vecinos, haciéndome estremecer.

-Yo... Yo estaba en el médico- respondo, omitiendo que me he perdido- El bus cambio de recorrido por un accidente en la vida miento.

-Estoy muerto de hambre. ¡Sirveme!- ordena sin dejar de gritar.

《Menudo estupido, si yo tengo hambre como, pero no, tiene que llegar la empleada a servir》

-Si...- logro decir.

Ruedo los ojos, sin que se de cuenta, obvio, y camino a la cocina. Saco el plato, que ya estaba servido, del refrigerador, y lo caliento.

Tomo la comida y se la esparzo por la cabeza, rio de alegría. El se tapa el rostro con las manos y se pone a llorar como la nena que es, me importa un carajo y me voy a mi habitación por mi merecido baño de espuma.

<<Debería hacer eso>>

-¿¡Puedes apresurarte!? No tengo toda la noche- sacudo la cabeza para no volver a imaginar cosas que jamás sucederán. Retiro el plato ya listo del microondas y lo llevo hacia la mesa, donde León espera por mi.

Con lo sucedido este día, se me quita automáticamente el apetito, además, me siento incomoda cenando con una persona que me trata a los gritos. Dejo a León cenando, y me voy al baño para darme una ducha, el puro susto que he pasado en el autobús me ha hecho sudar como cerdo.

<<¿Los cerdos sudan?>>

Media hora bajo el agua. Los dedos arrugados y recordar que la cuenta la pago yo, me hace salir de mi único relajo en esta casa. Me pongo el pijama, me lavo los dientes, tomo aire y salgo hacia la habitación. León esta tendido sobre la cama con mirada "seductora", lo que me hace sudar nuevamente...

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