Capitulo 9

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Jose Luis

Subo el ultimo bolso a la parte trasera del auto y nos vamos rumbo a la casa de playa. Eleonora se pone lentes de sol y unos audífonos para no ser molestada durante el trayecto, en cambio Roberta y Lucho, cuentan los autos que pasan por nuestro lado, mientras que yo, conduzco por la carretera recordando la noche que pase con Altagracia. Estoy consciente que estuvo mal engañar a mi esposa, pero no puedo dejar de pensar en esta mujer inexperta que se cruzo en mi vida, y tontamente la comparo con Eleonora, una mujer experimentada, excelente amante, que, a pesar de todas sus cualidades amatorias, no me llena como antes.

Al llegar a la casa de veraneo, Lucho sale corriendo del auto hacia el interior de la casa, mientras que yo, bajo las maletas con la ayuda de Roberta, pues Eleonora solo se limita a tomar su bolso de mano.

-Roberta, quiero que te vayas a la cocina a preparar el almuerzo, pues muero de hambre- ordena Eleonora, recibiendo como respuesta un bufido de parte de Roberta, el cual me hace reír.

-Amor- intervengo- vinimos a descansar y pasarla bien. Ve a ponerte traje de baño para que tomes sol, mientras pido comida a un restaurante.

Eleonora se limita  en hacer un gesto de fastidio, y empieza a caminar hacia la escalera para ir al cuarto principal, donde he dejado su equipaje. Ella sube cada escalón con suma elegancia, y de vez en cuando mira hacia atrás, fijándose que Lucho la sigue de cerca.

-¡Quiero descansar!- exclama fastidiada- por favor no me sigas- dice en tono autoritario, haciendo que Lucho asienta con un movimiento de cabeza, mientras desciende para no importunar a su madre.

-¡Ven aquí campeón!- digo acercándome para ponerlo en mi espalda.

Cuento hasta diez y agarro una gran cantidad de aire para no ponerme a gritar como un energúmeno, pues no deseo que la actitud de Eleonora hacia Lucho arruine el de semana.

-Don Jose Luis- escucho detrás de mi- ¿Le parece si cocinamos?

-Si, me parece- afirmo creyendo que sera mas divertido para mi hijo, en vez de pedir comida a un restaurante.

-Y yo, ¿que haré papa?- cuestiona Lucho.

-¿Tu? ¿No sabes que necesitamos a un ayudante?

-¡Si!

-Para que seas un buen chef, necesitaras un delantal y un gorro de cocina- digo recibiendo los implementos que me ofrece Roberta. 

La diversión en la cocina se termina, y es hora de ir por mi esposa para que almorcemos, mientras que, Roberta y Lucho ponen la mesa.

Me dirijo a la terraza pensando en que Eleonora esta tomando sol, pero al no encontrarla, subo hasta nuestro cuarto, viéndola sentada en el borde de la cama mientras utiliza el celular. Al verme, me sonríe y se acerca con el solo propósito de seducirme, metiendo sus manos entre mi camisa, para seguir con cálidos besos en mi cuello.

-El almuerzo esta listo....- logro decir, mientras baja la cremallera de mi pantalón, y agarra mi pene, acariciándolo de arriba hacia abajo- Eleonora... nos están esperando abajo.

-¡Esta bien! ¡Que fastidio por Dios! ¿Te das cuenta el porque quería que viniéramos solos?

Con un gran suspiro -nuevamente- arreglo el problema que ha dejado en mi entrepierna, y una vez mas, cuento hasta diez para no ponerme a discutir, pues necesito estar en paz este fin de semana, y, ojala este matrimonio se salve, aunque, como vamos, lo dudo bastante.

Invito a Roberta para que almuerce con nosotros, pero se niega al saber que Eleonora estará presente, y no la culpo, pero esta vez, Eleonora esta advertida, por lo que no acepto un no por respuesta, pues necesito que Lucho este contento, y que ella comparta nuestra mesa. Roberta acepta a regañadientes, y hace un gran sacrificio, pues como yo, todo lo hace por la felicidad del niño, y porque no decirlo, hay dos motivos que la impulsan a aceptar. Entre nosotros hacemos un buen trió, por lo que no existe inconvenientes para estar juntos, y de paso, fastidiar a Eleonora, quien se muerde la lengua por no poder gritar. Roberta se sienta al lado de mi hijo, mientras que Eleonora, solo se limita a abrir la boca para comer.

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