Día 14.- Bozal: Frustración

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Día 14.- Bozal: Frustración


La habitación estaba caliente y llena de feromonas sexuales que emanaban de las pieles sudorosas que aún seguían en actividad.

Los gemidos de la omega y los jadeos de esfuerzo de la alfa eran cánticos que rebotaban melódicamente en las paredes, acompañados de los sonidos de las húmedas embestidas.

La deliciosa sensación de la construcción del clímax por la penetración de aquel gran falo moreno casi distrae a Asami de captar un nuevo sonido en la habitación y un cambio en la confluencia de aromas... por suerte su conexión con aquella alfa castaña era tan profunda que, pese a la necesidad física y mental de concentrarse en el placer, captó dicha alteración.

Las feromonas dominantes de excitación alfa, tan intensas, amaderadas y deliciosas...

habían cambiado a un rancio hedor que solo podría ser interpretado como frustración.

Además, el jadeo de su amante se había desvanecido.

En su lugar había un lastimero quejido que le rompió el corazón.

Los orbes verdes, hasta ahora cerrados para concentrarse en la satisfacción, se abrieron de par en par con temor. El rostro de Korra estaba hundido en la parte lateral de su cuello, justo sobre su glándula de olor, realizando exasperantes movimientos que solo pararon cuando Asami jaló con cuidado sus cabellos para poder observarla bien... y ante la vista, su pecho dolió.

El rostro de bellas facciones estaba afligido.

En las esquinas de aquellos hermosos orbes azules se acumulaban perlas líquidas de tristeza.

De ella emanaba aquel lastimero quejido desgarrador,

pero no podía acceder a sus dulces labios para besarlos y acallarlos...

No podía por ese maldito bozal que le había colocado.

Pese a todo, las poderosas embestidas nunca se detuvieron; pero aun siendo exquisitamente follada por su alfa, la omega podía ver el sobreesfuerzo que esta hacía. Las tortuosas rejillas negras del bozal le permitían visualizar los delgados labios contraídos en una frustrada mueca mientras aquella dentadura de filosos colmillos se abría y cerraban con desesperación, mordiendo la nada, sufriendo por no tener la carne blanca del cuello omega para penetrar y deleitarse con su sabor.

Ver así a su amada encogió su corazón, y aún sin dejar el movimiento mutuo de caderas chocantes, acogió el rostro sollozante con ambas manos y con sus pulgares comenzó a efectuar consoladoras caricias para secar las lágrimas y brindar afecto.

Sus instintos también hicieron lo suyo, expulsó grandes cantidades de feromonas omega calmantes para confortar a su pareja.

Para decirle sin necesidad de palabras que esta era solo una pequeña traba,

que faltaba poco para la mutua meta,

que pronto estarían juntas y felizmente libres de declarar su afecto,

que nunca más tendrían que reunirse a hurtadillas en aquella casucha en medio del bosque para fugazmente prodigarse amor.

Omegacember KorrasamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora